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Mostrando las entradas etiquetadas como Cuentos de Brocelianda

     <<Muchas noches,  mientras la cría aprendía pacientemente a leer y escribir, inclinada sobre su  cuaderno a la luz de la vela, ella (...) se había  preguntado si su propio destino habría sido diferente de haber podido ir a la  escuela. Le parecía que aquellos trazos marcados sobre el papel formaban parte  de un rito mágico, una ceremonia que sin duda hacía cambiar las cosas del  mundo, creando energías diferentes y abriendo puertas hacia espacios que, sin la  posesión de toda esa sabiduría, permanecían cerrados para siempre>>. Ángeles Caso, Contra el viento

La casita de madera

          Hay una casita de madera frente a mí . Tiene la puerta abierta y, en su interior, la luz tenue de un candil hace pedacitos las sombras que pudieran querer adueñarse de los rincones. Detrás de la casita hay un lago . Un lago inmenso   cuya superficie navegan cisnes , decenas de cisnes. Desde el cielo la luna me mira . Una luna muy grande que parece ansiosa por enjugar sus rayos en esas aguas calmas del anochecer temprano de principios de otoño. Titus B.   está a mi lado . Sentado en la hierba y abrazado al   Libro Grande . Está más delgado. Está más viejo. Quiere que vayamos a la casita de madera . Que subamos  los pocos peldaños que separan la tierra de su puerta  y entremos . Entremos sin llamar. La casita de madera es nuestra . Tiene que ser nuestra porque antes no estaba y ahora está. Porque este bosque mágico la ha levantado para nosotros.   Y nosotros andamos hacia ella . Recorremos muy poquitos pasos, demasiado poquitos, y   ponemos por f

Despertar...

      Luego, de repente,   al bosque llegó la lluvia .  Precedida de un relámpago que rompió la noche.  Acompañada por un trueno que hizo temblar a los viejos árboles. Titus B.   tomó en sus brazos el Libro Grande   y lo apretó mucho contra su pecho.   Y buscó con desespero   –alumbrado por la decena de asustadas luciérnagas que habían acudido a su encuentro al saberlo despierto de nuevo-   el   Manuscrito Voynich . Y me entregó el Libro Grande para que yo lo protegiera mientras él tanteaba, nervioso, el suelo mojado con sus manitas. No lo encontró . Ni la luz de las luciérnagas ni el fuego del siguiente rayo nos dejaron verlo.   El Manuscrito Voynich se había hecho nada bajo la lluvia .  Aquella lluvia fría que llegó para borrar del bosque cualquier retazo de otro mundo...

El códice Voynich. El manuscrito más misterioso del mundo...

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Una noche llenita de estrellas

           Titus B.  se despertó una noche llenita de estrellas . Una noche cálida de principios de verano  que hizo que el duende abriera sus ojillos somnolientos, hinchados tras tantísimas horas de sueño, y me mirara y me sonriera. Y tomara entre sus manitas las lentes y se las colocase levantando luego mucho mucho la cara, los huequecillos de la nariz muy abiertos para aspirar la tibieza de aquel aire que taponaba las sombras. Para rellenar con él sus pulmones diminutos. Para expulsarlo luego convertido en un aliento suave que recorrió el bosque de parte a parte... Se acomodó las ropas, bostezó y me acarició el pelo. ¿Qué había soñado él todos estos meses?  ¿Habría volado, acaso, el viejo duende también a  París ? ¿O lo habrían llevado sus sueños aún más lejos, hasta algún lugar remoto solo conocido a través de las leyendas y los cuentos? - Mujercita –me dijo en un susurro, una chispa de alegría prendiendo sus ojos de viejo-, mira,  mira   mis sueños …

Brocelianda

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Gustave Doré,  Idylls of the King         He abierto los ojos . Los he abierto al alba  y lo que veo ya no es  París , ya no es  Montmartre hecho con todos los colores posibles  -así mezclados sin ton ni son e iluminados por un sol que alumbra más allí que en ningún otro sitio- y lleno de lienzos y de vida que bulle entre sus callejuelas y que allí es vida. Ahora veo de nuevo  un universo alrededor de Brocelianda que me rodea y me asfixia . Y me levanto y corro a acurrucarme junto al pequeño  Titus B.  que es mi aliento en todo este mundo grande y verde. El duende dormido que abre sus ojillos perezosos y busca con ellos los míos y parece decirme: - Mujercita, estás aquí. En el bosque estás a salvo.  En la tumba de Merlín los sueños y la magia están condenados a vivir eternamente …

Sueños de París

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Jacques-Louis David,  María Antonieta  camino a la  guillotina En la Conciergerie la reina María Antonieta rezaba  cubierta por un manto negro. Estaba allí presa. Sus carceleros jugaban a las cartas. El mundo en torno a ella se había revestido de piojos, de soledad, de mugre… De modo que  mis sueños rodaron pronto de aquella celda . Echaron a nadar  río  abajo, río abajo, y alcanzando la otra orilla se sentaron en la escalinata que asciende hasta el  museo de Orsay . Y durmieron, volvieron junto al Sena a dormir mis  sueños ...

Shakespeare and Company

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Shakespeare and Company,  París A las puertas de Shakespeare and Company  unos jóvenes cantaban y tocaban la guitarra.          En su interior el universo entero se transformaba en  libros . Cientos, miles, qué sé yo.  Había   sillones  aquí y allí para sentarte a leer esos libros, y había  mesitas de escritorio  y  máquinas de escribir  y  escaleras  por las que subían y bajaban muchas, muchas, muchas personas que no llegaron a verme porque yo las estaba soñando y porque ellas entonces ya se habían dejado los ojos perdidos en algún rincón de aquel  mundo hermoso ,  rarísimo ,  desconcertante ...  maravilloso .

Notre Dame de París

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Notre Dame de París En Notre Dame un sacerdote oficiaba una misa . Yo lo escuchaba sin entender lo que decía. Lo escuchaba como escucho en las noches el aleteo de las luciérnagas  con su murmullo inagotable ,  hermoso . Fuera miles de pajarillos trinaban  bajo el sol y entre los setos. Y yo dormí -o soñé que dormí- tendida boca arriba sobre uno de los bancos corridos que jalonan la explanada que antecede a la catedral y ofrecen descanso a los peregrinos y reposo a aquellos que, como yo, solo estuvieran  soñando París …

París...

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Armand Guillaumin,  Notre Dame de París         Otra tarde  soñé  que surcaba el Sena a bordo de un barco inmenso, que gustaba de abrir en dos unas aguas –cual Moisés ante el mar Rojo- que habían pasado el tiempo esmerándose en atrapar los últimos rayos de un sol moribundo. Para mezclarse con ellos , igual que si fueran amantes. Para llenarme los ojos  de esa luz que un día buscaron y un día plasmaron los pintores en sus lienzos.  Esa luz distinta y hermosa  que no vi en rincón ninguno de  Brocelianda . Que empapaba las aguas. Que se reflejaba en cada piedra, en cada árbol… Que se empeñaba en alumbrar mis pasos  mientras  Titus B.  dormía y yo  soñaba París …

Soñé París...

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Thomas Alva Edison y Gustave Eiffel en la Torre Eiffel        Soñé con París .       Todas  esas noches  que el  duende  y yo debimos haber andado el camino,  s oñé que recorría las calles de la ciudad más hermosa  que mis ojos hayan visto.      Soñé sus bulevares, sus jardines, sus cafés con mesas diminutas que se acurrucan junto a dos sillas de juguete.  Soñé .  Soñé y viví .        Y subí a lo alto de la Torre Eiffel . Y contemplé a su ingeniero   y a Thomas Alva Edison, que hablaban,  que compartían   un tiempo que se había detenido alrededor de una mesa de escritorio …

29. Hasta la primavera...

El bosque esta noche ya no es bosque ,  sino páramo . El aleteo de los  libros volantes  traspasa el aire frío del último tramo del invierno.  Titus B.  está dormido . Duerme desde hace quince amaneceres y no quiere despertar. No quiere. Hasta que llegue la primavera  y Brocelianda se cubra con su mejor manto de flores. No quiere. Y yo lo miro y lo dejo así,  hecho una bolita de algodón que se acurruca en el hueco abierto a los pies de un almendro mágico . Lo dejo así, cierro los ojos de nuevo y trato de dormir también. Hasta la primavera …

28. No pensar, no recordar, no sentir...

      Una lengua de hielo   lame esta mañana las ramas de los árboles . Las lame y deja tras de sí una estela húmeda que se va condensando en mil gotitas de rocío. Titus B .   duerme . Duerme plácidamente como buen duende viejo y cansado.   Yo observo el mundo que me rodea . Abro mucho los ojos y los oídos   y trato de no pensar ,   de no recordar ,   de no sentir ...

27. El fin de la noche

     El duende cierra el   Libro Grande   y guarda silencio . Aún no ha concluido la retahíla de   apuntes teóricos  que tienen que ver con nuestro   manuscrito misterioso , pero esta noche ya no quiere seguir leyendo.   Se acerca el alba y él va acortando los pasitos . Las luciérnagas que lo envuelven –sabias en los infinitos secretos que los duendes ocultan en la mirada- en su aleteo diminuto emprenden el camino de vuelta hacia las ramas más altas de los árboles.   Titus B.   me mira  desde el fondo de sus lentes minúsculas. Me mira   y busca un cobijo  en donde sentarnos y comer algo.   Quiere descansar …

26. El sistema de escritura “Voynichés”

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     -   El   Manuscrito Voynich  consta de 40.000 palabras   formadas por entre  19 y 28 caracteres   distintos -  Estas palabras se componen, en su mayoría, de  4 a 7 letras  incomprensibles basadas -según  la  Biblioteca Beinecke de Libros Raros y Manuscritos de la Universidad de Yale -   en caracteres romanos minúsculos -   Suele tener  entre 8 y 12 palabras por línea   y de   10 a 40 líneas de escritura   -carente de signos diacríticos o de puntuación y elegante, fluida y en cursiva (los expertos la definen como “cursiva humanista italiana”)-  por página -   Casi todas sus páginas   (excepto 33)   aparecen ilustradas   y en ninguna de ellas hay errores, tachaduras o correcciones: solo una enmienda - En la primera página   hay una firma casi ilegible  que alguien se ocupó de borrar de manera intencionada

25. Volver a caminar...

El librito aletea, aletea de nuevo queriendo escapar de unos dedos –los míos- que lo aprisionan y le impiden volar. Titus B.   está despierto. Abrió los ojos al suave susurro de mis palabras, de todas las palabras que lleva el librito escritas en sus entrañas, pero no dijo nada. Se acomodó en su escondite de hojas secas muy grandes, demasiado grandes sobre su cuerpecillo, y volvió a cerrarlos, tranquilo de que no fueran las páginas del   Libro Grande   las que estuvieran recorriendo mis ojos. Pero las hojas del   libro volante   ya se han terminado. Levanto los brazos, muy alto, muy alto, todo lo que puedo por encima de mi cabeza, y contemplo de ese modo al anciano sol moribundo. Abro las manos. El pequeño libro estira las páginas. Las estira mucho, como si se desperezara, y echa a volar. Libre, libre al fin, vuela en busca de un lugar cualquiera, lejos de mí, en donde descansar. Yo cierro los ojos y aguardo. Aguardo a que el duende se levante y leamos o andemos o guardemos silenc

15. El pequeño libro volante

Fue un golpecito   -muy suave, casi una caricia-   en la punta de la nariz  lo que me hizo abrir los ojos siendo de día. No estaba dormida, ni siquiera sentía el de tantos soles...   Me incorporé y lo vi sobre mi regazo . Era muy chico, muy chico, y   aleteaba como un pajarillo herido . Apenas sabía volar. Lo cogí y me lo acerqué a los ojos:  era un   libro volante   bebé . Tenía muy pocas hojas y   la mayoría estaban aún por escribir ; tenía   las tapas blanditas y unas páginas  que había que pasar con cuidado para que no se deshicieran solo con el tacto. Libro sin nombre , rezaba la portada. Luego un folio en blanco, y otro, y así hasta que   fueron llegando las primeras letras , tan hermosas que… Las leí, las leí en voz alta para que tú me escucharas y Titus B., aunque malhumorado, se despertase. No lo hizo, pero tú si podrás oírme.  Escucha ...

14. A este lado del universo

Hasta que el sol se muera   de nuevo el duende dormirá y, con él, lo harán todos mis anhelos.   Los secretos de Brocelianda están velados   a cualquiera que venga de muy lejos y yo, yo no pertenezco al bosque.   Brocelianda solo es mi refugio . Un refugio inmenso en el que casi nada de ahí afuera -de tu mundo- es capaz de penetrar. De modo que, tumbada boca arriba sobre la húmeda hierba de otoño, cierro los ojos y trato de ordenar las ideas que se me han ido, con las noches y el desvelo, embarullando en la memoria. El viejo manuscrito . Sus letras   que no pueden leerse. Sus páginas que se desdoblan . Sus páginas   robadas . Las mujeres desnudas  que se bañan cualquiera sabe en qué pócimas y lo llenan todo de piel muy blanca y líquido fresco e invisible. Las constelaciones   desconocidas. Las flores ,   las hojas ,   las plantas   que nunca unos ojos vieron en la naturaleza… ¿Quién lo escribió? ¿En qué fecha están datadas esas 102 hojas? Ah, sí… ya

13. De las páginas que faltan

           -     ¿Alguien le arrancó varias páginas? Una luciérnaga vuela muy despacio alrededor de la nariz del duende . A veces se posa sobre ella, por delante de las lentes que tiñe con su hermosa luz dorada.  Le hará cosquillas . Tiene que estar haciéndole muchas cosquillas  y él ni se inmuta . Solo asiente, asiente con unos ojos que no me miran porque están clavados en el  Libro Grande ...                -    Pero,  ¿quién, Titus B . ? ¿Por qué? ¿Para qué? En el horizonte, la amenaza de un sol demasiado próximo hace que cierre el Libro y me mire. Al fin, al fin me mira el viejo duende mientras dice: -  No lo sé ,  mujercita  -sin despegar siquiera los labios... 

12. Un mes y muchas lunas...

          Casi un mes y muchas lunas   han pasado desde la última vez que nos encontraste aquí. Casi un mes   y algunos silencios que , sin embargo,   rompí en otros lugares …  https://www.facebook.com/LolaGdeLuna Búscame,   búscanos ahí   -dice   Titus B.   que te escriba-,   cuando no des con nosotros en el bosque . Es tu casa   :)