27. El fin de la noche

     El duende cierra el Libro Grande y guarda silencio. Aún no ha concluido la retahíla de apuntes teóricos que tienen que ver con nuestro manuscrito misterioso, pero esta noche ya no quiere seguir leyendo. Se acerca el alba y él va acortando los pasitos. Las luciérnagas que lo envuelven –sabias en los infinitos secretos que los duendes ocultan en la mirada- en su aleteo diminuto emprenden el camino de vuelta hacia las ramas más altas de los árboles. Titus B. me mira desde el fondo de sus lentes minúsculas. Me mira y busca un cobijo en donde sentarnos y comer algo. Quiere descansar

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