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Mostrando entradas de abril, 2020

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Plaza sola

Cuando se fueron todos Me quedé a solas con mi alma. Plaza cuadrada, con su fuente Sin una lágrima de agua. Balcones de piedra y de hierro. Tejados de teja dorada. Vencejos de la primavera Por el aire de la mañana… Qué sosiego volver, hablarte, Abrazarte con mis miradas, Besarte la boca de tiempo Donde el polvo seca la lágrima. Qué descanso poner mi oído Sobre tu madera encantada, Apurar las gotas de música De la caja de tu guitarra, Recordar, preguntar, soñar Ahora que nada importa nada… Borro los pájaros. Enciendo Un cáliz de oro ante una acacia. Y, de pronto, un rumor lejano, Como de mar que se desata, Órgano de oro que libera Sus ruiseñores y sus aguas, Viento del sur que pulsa y sopla Espigas y juncos y cañas… Ya los balcones solitarios Se han poblado de hombres que cantan, De hombres que sueñan y se yerguen En el umbral de la mañana. Las flores doblan su carmín Allá en las praderas lejanas. Las piedras sacud

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23. Macrocosmos / Microcosmos

Titus B.   tiene las manos muy chicas . Mucho.   Y bien regordinas . Tanto que ni siquiera se distingue en ellas dónde acaba y dónde empieza una falange.   Pero   son   muy diestras . Casi resulta increíble. Casi podrías decirme anda ya te lo estás inventando. Pero no es así. Son diestras de verdad y hoy están sentadas en el suelo. Bajo ese letrero que a esta hora no hace sombra porque ya se está haciendo de noche.   Mastica almendras . Las pela con esmero. Se las lleva hechas cachitos a la boca y las mastica con más esmero aún.   Yo me siento enfrente . El duende no me mira. Solo tiene ojos para las doce almendras que encontré en la tierra. -   Ya no estoy triste . Qué te creías. Lo ha dicho él. ¿Cuánto hace que no lo escucho hablar? -   Era el cosmos . Era el cosmos. El cosmos era el que estaba triste. Él no. Él nunca. Menos delante de mí. - ¿Acaso no sabes nada del microcosmos?   ¿Qué es el microcosmos ,   mujercita? El microcosmos. Sí que sé. Claro que sé.

Se creían libres...

     <<—Sí, Castel —dijo Rieux—, es casi increíble, pero parece que es la peste.      Castel se levantó y fue hacia la puerta.    —Ya sabe usted lo que van a responderme: "Ha desaparecido de los países templados desde hace años".      (...)     La palabra "peste" acababa de ser pronunciada por primera vez. En este punto de la narración que deja a Bernard Rieux detrás de una ventana se permitirá al narrador que justifique la incertidumbre y la sorpresa del doctor puesto que, con pequeños matices, su reacción fue la misma que la de la mayor parte de nuestros conciudadanos. Las plagas, en efecto, son una cosa común pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas. El doctor Rieux estaba desprevenido como lo estaban nuestros ciudadanos y por esto hay que comprender sus dudas. Por esto hay que comprend