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Mostrando entradas de junio, 2022

25. Volver a caminar...

El librito aletea, aletea de nuevo queriendo escapar de unos dedos –los míos- que lo aprisionan y le impiden volar. Titus B.   está despierto. Abrió los ojos al suave susurro de mis palabras, de todas las palabras que lleva el librito escritas en sus entrañas, pero no dijo nada. Se acomodó en su escondite de hojas secas muy grandes, demasiado grandes sobre su cuerpecillo, y volvió a cerrarlos, tranquilo de que no fueran las páginas del   Libro Grande   las que estuvieran recorriendo mis ojos. Pero las hojas del   libro volante   ya se han terminado. Levanto los brazos, muy alto, muy alto, todo lo que puedo por encima de mi cabeza, y contemplo de ese modo al anciano sol moribundo. Abro las manos. El pequeño libro estira las páginas. Las estira mucho, como si se desperezara, y echa a volar. Libre, libre al fin, vuela en busca de un lugar cualquiera, lejos de mí, en donde descansar. Yo cierro los ojos y aguardo. Aguardo a que el duende se levante y leamos o andemos o guardemos silenc

La fontaine de l'Observatoire...

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  Paris... 1897 Georges Stein,  La fontaine de l'Observatoire

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 Edward Reginald Frampton,  Elaine , the Lady of Shallott  (1920)

Ojos que vi con lágrimas la última vez…

Ojos que vi con lágrimas la última vez a través de la separación aquí en el otro reino de la muerte la dorada visión reaparece veo los ojos pero no las lágrimas esta es mi aflicción. Esta es mi aflicción: ojos que no volveré a ver ojos de decisión ojos que no veré a no ser a la puerta del otro reino de la muerte donde, como en este los ojos perduran un poco de tiempo un poco de tiempo duran más que las lágrimas y nos miran con burla. T. S. Eliot

Abadía de Glastonbury...

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Abadía de Glastonbury...

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Sophie Gengembre Anderson, Take the Fair Face of Woman, and Gently Suspending, With Butterflies, Flowers, and Jewels Attending, Thus Your Fairy is Made of Most Beautiful Things

A Michaelina Wautier...

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15. El pequeño libro volante

Fue un golpecito   -muy suave, casi una caricia-   en la punta de la nariz  lo que me hizo abrir los ojos siendo de día. No estaba dormida, ni siquiera sentía el de tantos soles...   Me incorporé y lo vi sobre mi regazo . Era muy chico, muy chico, y   aleteaba como un pajarillo herido . Apenas sabía volar. Lo cogí y me lo acerqué a los ojos:  era un   libro volante   bebé . Tenía muy pocas hojas y   la mayoría estaban aún por escribir ; tenía   las tapas blanditas y unas páginas  que había que pasar con cuidado para que no se deshicieran solo con el tacto. Libro sin nombre , rezaba la portada. Luego un folio en blanco, y otro, y así hasta que   fueron llegando las primeras letras , tan hermosas que… Las leí, las leí en voz alta para que tú me escucharas y Titus B., aunque malhumorado, se despertase. No lo hizo, pero tú si podrás oírme.  Escucha ...

La Tour Rouge...

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  Paris... 1911 Robert Delaunay,  La Tour Rouge

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Edward Robert Hughes, Whispers on the Wind  (1911)

Destino trágico

Confundes ese mar silencioso que adoro con la espuma instantánea del viento entre los árboles. Pero el mar es distinto. No es viento, no es su imagen. No es el resplandor de un beso pasajero, ni es siquiera el gemido de unas alas brillantes. No confundáis sus plumas, sus alisadas plumas, con el torso de una paloma. No penséis en el pujante acero del águila. Por el cielo las garras poderosas detienen el sol. Las águilas oprimen a la noche que nace, la estrujan -todo un río de último resplandor va a los mares- y la arrojan remota, despedida, apagada, allí donde el sol de mañana duerme niño sin vida. Pero el mar, no. No es piedra, esa esmeralda que todos amasteis en las tardes sedientas. No es piedra rutilante toda labios tendiéndose, aunque el calor tropical haga a la playa latir, sintiendo el rumoroso corazón que la invade. Muchas veces pensasteis en el bosque. Duros mástiles altos, árboles infinitos bajo las ondas adivinasteis poblados de unos pájaros de espumosa blancura. Visteis los

La tierra...

<< La tierra es madre y tumba de la vida, es el útero y es la sepultura y de ella nacen hijos diferentes amamantados por su vasto seno. Dentro del tierno cáliz de esta flor residen el veneno y la salud. Como en la planta viven en el hombre dos fuerzas, la bondad y la dureza; (...) si en ellos predomina lo peor (...) la muerte los devora >> . William Shakespeare, Romeo y Julieta

Para Marguerite Yourcenar...

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Frederick Smallfield, Early Lovers  (1858)

14. A este lado del universo

Hasta que el sol se muera   de nuevo el duende dormirá y, con él, lo harán todos mis anhelos.   Los secretos de Brocelianda están velados   a cualquiera que venga de muy lejos y yo, yo no pertenezco al bosque.   Brocelianda solo es mi refugio . Un refugio inmenso en el que casi nada de ahí afuera -de tu mundo- es capaz de penetrar. De modo que, tumbada boca arriba sobre la húmeda hierba de otoño, cierro los ojos y trato de ordenar las ideas que se me han ido, con las noches y el desvelo, embarullando en la memoria. El viejo manuscrito . Sus letras   que no pueden leerse. Sus páginas que se desdoblan . Sus páginas   robadas . Las mujeres desnudas  que se bañan cualquiera sabe en qué pócimas y lo llenan todo de piel muy blanca y líquido fresco e invisible. Las constelaciones   desconocidas. Las flores ,   las hojas ,   las plantas   que nunca unos ojos vieron en la naturaleza… ¿Quién lo escribió? ¿En qué fecha están datadas esas 102 hojas? Ah, sí… ya