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Mostrando entradas de enero, 2023
Verdad siempre
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A Manuel Altolaguirre Sí, sí, es verdad, es la única verdad; ojos entreabiertos, luz nacida, pensamiento o sollozo, clave o alma, este velar, este aprender la dicha, este saber que el día no es espina, sino verdad, oh suavidad. Te quiero. Escúchame. Cuando el silencio no existía, cuando tú eras ya cuerpo y yo la muerte, entonces, cuando el día. Noche, bondad, oh lucha, noche, noche. Bajo clamor o senos, bajo azúcar, entre dolor o solo la saliva, allí entre la mentira sí esperada, noche, noche, lo ardiente o el desierto. Vicente Aleixandre
La casita de madera
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Hay una casita de madera frente a mí . Tiene la puerta abierta y, en su interior, la luz tenue de un candil hace pedacitos las sombras que pudieran querer adueñarse de los rincones. Detrás de la casita hay un lago . Un lago inmenso cuya superficie navegan cisnes , decenas de cisnes. Desde el cielo la luna me mira . Una luna muy grande que parece ansiosa por enjugar sus rayos en esas aguas calmas del anochecer temprano de principios de otoño. Titus B. está a mi lado . Sentado en la hierba y abrazado al Libro Grande . Está más delgado. Está más viejo. Quiere que vayamos a la casita de madera . Que subamos los pocos peldaños que separan la tierra de su puerta y entremos . Entremos sin llamar. La casita de madera es nuestra . Tiene que ser nuestra porque antes no estaba y ahora está. Porque este bosque mágico la ha levantado para nosotros. Y nosotros andamos hacia ella . Recorremos muy poquitos pasos, demasiado poquitos, y ponemos por f
Despertar...
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Luego, de repente, al bosque llegó la lluvia . Precedida de un relámpago que rompió la noche. Acompañada por un trueno que hizo temblar a los viejos árboles. Titus B. tomó en sus brazos el Libro Grande y lo apretó mucho contra su pecho. Y buscó con desespero –alumbrado por la decena de asustadas luciérnagas que habían acudido a su encuentro al saberlo despierto de nuevo- el Manuscrito Voynich . Y me entregó el Libro Grande para que yo lo protegiera mientras él tanteaba, nervioso, el suelo mojado con sus manitas. No lo encontró . Ni la luz de las luciérnagas ni el fuego del siguiente rayo nos dejaron verlo. El Manuscrito Voynich se había hecho nada bajo la lluvia . Aquella lluvia fría que llegó para borrar del bosque cualquier retazo de otro mundo...