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Mostrando entradas de 2022

El olvido

No es tu final como una copa vana que hay que apurar. Arroja el casco, y muere. Por eso lentamente levantas en tu mano un brillo o su mención, y arden tus dedos, como una nieve súbita. Está y no estuvo, pero estuvo y calla. El frío quema y en tus ojos nace su memoria. Recordar es obsceno, peor: es triste. Olvidar es morir. Con dignidad murió. Su sombra cruza. Vicente Aleixandre

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Emily Hunt, Jealous Jessie  (1861)

El códice Voynich. El manuscrito más misterioso del mundo...

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John William Godward, The Posy

Si consideramos

Si consideramos lo que puede verse: motores que nos vuelven locos, amantes que acaban odiándose, ese pescado que en el mercado mira fijamente hacia atrás adentrándose en nuestras mentes, flores podridas, moscas atrapadas en telarañas, motines, rugidos de leones enjaulados, payasos enamorados de billetes, naciones que trasladan a la gente como peones de ajedrez, ladrones a la luz del día con maravillosas esposas y vinos por la noche, las cárceles atestadas, el tópico de los parados, hierba moribunda, fuegos insignificantes, hombres suficientemente viejos como para amar la tumba. Estas y otras cosas demuestran que la vida gira sobre un eje podrido. Pero nos han dejado un poco de música y un póster clavado en el rincón un vaso de whisky, una corbata azul un delgado volumen de poemas de Rimbaud, un caballo que corre como si el diablo le estuviera retorciendo la cola sobre la hierba azul y el griterío y después, de nuevo, el amor como un coche que dobla la esquina puntual, la ciudad a la es

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Edward Burne-Jones, The Achievement of the Grail  (1891)

Una noche llenita de estrellas

           Titus B.  se despertó una noche llenita de estrellas . Una noche cálida de principios de verano  que hizo que el duende abriera sus ojillos somnolientos, hinchados tras tantísimas horas de sueño, y me mirara y me sonriera. Y tomara entre sus manitas las lentes y se las colocase levantando luego mucho mucho la cara, los huequecillos de la nariz muy abiertos para aspirar la tibieza de aquel aire que taponaba las sombras. Para rellenar con él sus pulmones diminutos. Para expulsarlo luego convertido en un aliento suave que recorrió el bosque de parte a parte... Se acomodó las ropas, bostezó y me acarició el pelo. ¿Qué había soñado él todos estos meses?  ¿Habría volado, acaso, el viejo duende también a  París ? ¿O lo habrían llevado sus sueños aún más lejos, hasta algún lugar remoto solo conocido a través de las leyendas y los cuentos? - Mujercita –me dijo en un susurro, una chispa de alegría prendiendo sus ojos de viejo-, mira,  mira   mis sueños …

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Sophie Gengembre Anderson, Windfalls

La tarde va oscureciendo

La tarde va oscureciendo Después de este día tan luminoso, Olas bravías descubren Que salvaje será la noche. Suena a lo lejos un profundo trueno. Las últimas gaviotas cubren el horizonte A lo largo de la pura altura del precipicio; Como vagos recuerdos en la memoria, Los últimos estremecimientos de deleite, Las alas blancas ya perdieron su blancura. No queda una sola nave a la vista; Y, cuando el sol se va ocultando, Las espesas nubes conspiran para cubrir A la Luna, que debe subir más allá. Únicamente vida, anhelada amante. Robert Bridges

Gorriones

     <<La mañana de Santiago está nublada de blanco y gris, como guardada en  algodón. (...) Nos hemos quedado en el jardín los gorriones,  P latero y yo.       (...)  ¡Benditos pájaros, sin fiesta fija! Con la libre monotonía de lo nativo, de lo  verdadero, nada, a no ser una dicha vaga, les dicen a ellos las campanas.      Contentos, sin fatales obligaciones, sin esos olimpos ni esos avernos que extasían o  que amedrantan a los pobres hombres esclavos, sin más moral que la suya ni  más Dios que lo azul, son mis hermanos, mis dulces hermanos.      Viajan sin dinero y sin maletas: mudan de casa cuando se les antoja;  presumen un arroyo, presienten una fronda, y solo tienen que abrir sus alas para  conseguir la felicidad; no saben de lunes ni de sábados; se bañan en todas partes,  a cada momento; aman el amor sin nombre, la amada universal.      Y cuando las gentes ¡las pobres gentes!, se van a misa los domingos, cerrando  las puertas, ellos, en un alegre ejemplo d

Musée d'Orsay... 🥀

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Musée d'Orsay, Paris 

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John Atkinson Grimshaw, Il Penseroso  (1875)

Sin fe

Tienes ojos oscuros. Brillos allí que oscuridad prometen. Ah, cuán cierta es tu noche, cuán incierta mi duda. Miro al fondo la luz, y creo a solas. A solas pues que existes. Existir es vivir con ciencia a ciegas. Pues oscura te acercas y en mis ojos más luces siéntense sin mirar que en ellos brillen. No brillan, pues supieron. saber es alentar con los ojos abiertos. ¿Dudar…? Quien duda existe. Solo morir es ciencia. Vicente Aleixandre

Brocelianda

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Gustave Doré,  Idylls of the King         He abierto los ojos . Los he abierto al alba  y lo que veo ya no es  París , ya no es  Montmartre hecho con todos los colores posibles  -así mezclados sin ton ni son e iluminados por un sol que alumbra más allí que en ningún otro sitio- y lleno de lienzos y de vida que bulle entre sus callejuelas y que allí es vida. Ahora veo de nuevo  un universo alrededor de Brocelianda que me rodea y me asfixia . Y me levanto y corro a acurrucarme junto al pequeño  Titus B.  que es mi aliento en todo este mundo grande y verde. El duende dormido que abre sus ojillos perezosos y busca con ellos los míos y parece decirme: - Mujercita, estás aquí. En el bosque estás a salvo.  En la tumba de Merlín los sueños y la magia están condenados a vivir eternamente …

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John William Waterhouse, At Capri  (1890)

Lovecraft...

     <<Aislado de esa manera, librado a mis propios recursos, ocupaba mis horas de infancia en hojear los viejos tomos que llenaban la biblioteca del castillo, colmada de sombras, y en vagar sin ton ni son por el perpetuo crepúsculo del espectral bosque que cubría la falda de la colina. Fue quizás merced a tales contornos el que mi mente adquiriera pronto tintes de melancolía. Esos estudios y temas que tocaban lo oscuro y lo oculto de la naturaleza eran lo que más llamaban mi atención>>.  H. P. Lovecraft, El alquimista

Tour Eiffel... ♡

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Tour Eiffel, Paris 

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John William Godward, Idleness  (1900)

Debajo del poema…

Debajo del poema —laborioso mecánico—, apretaba las tuercas a un epíteto. Luego engrasó un adverbio, dejó la rima a punto, afinó el ritmo y pintó de amarillo el artefacto. Al fin lo puso en marcha, y funcionaba. —No lo toques ya más, se dijo. Pero no pudo remediarlo: volvió a empezar, rompió los octosílabos, los juntó todos, cambió por sinestesias las metáforas, aceleró… mas nada sucedía. Soltó un tropo, dejó todas las piezas en una lata malva, y se marchó, cansado de su nombre. Ángel González

Para Roberto Matta...

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Sueños de París

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Jacques-Louis David,  María Antonieta  camino a la  guillotina En la Conciergerie la reina María Antonieta rezaba  cubierta por un manto negro. Estaba allí presa. Sus carceleros jugaban a las cartas. El mundo en torno a ella se había revestido de piojos, de soledad, de mugre… De modo que  mis sueños rodaron pronto de aquella celda . Echaron a nadar  río  abajo, río abajo, y alcanzando la otra orilla se sentaron en la escalinata que asciende hasta el  museo de Orsay . Y durmieron, volvieron junto al Sena a dormir mis  sueños ...

A Paul Abadie...

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Arthur Hughes, A Music Party  (1864)

Come, reza...

<<Pero si yo siempre iba a venir. Recuerdo uno de mis poemas sufíes preferidos. Dice que, hace siglos, Dios dibujó un círculo en la arena justo donde está uno ahora. Nunca iba a dejar de venir. Eso no va a suceder>>. Elizabeth Gilbert, Come, reza, ama

Praga...

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Praga

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Ida Rentoul Outhwaite, The Witch on Her Broom Stick  (1921)

El flautista de Hamelin

  I El poblado de Hamelin está en Brunswick Cerca de la famosa ciudad de Hanover El río Weser, ancho y profundo Moja sus paredes en el lado sur; Un hermoso cuadro nunca visto; Pero, cuando empezó mi canción, Hace casi quinientos años, ¡Qué lástima!, ver sufrir a la gente Por culpa de esos bichos. II ¡Ratas! Se peleaban con los perros y mataban a los gatos, Y mordían a los bebes en sus cunas, Comían los quesos de los moldes, Y chupaban la sopa directamente de los cucharones de los cocineros, Partían los barriles de sardinas saladas, Anidaban en los sombreros domingueros de los hombres, Y arruinaban las charlas de las mujeres Ahogando sus voces Con gritos y chillidos En cincuenta diferentes sostenidos y bemoles. III Al fin el pueblo en bloque Se congregó en la municipalidad: “¡Que quede claro!”, gritaron, “¡nuestro intendente es un inútil; Y nuestro consejo un escándalo! ¡Pensar que nosotros compramos ropas elegantes Para imbéciles que no pueden determinar Lo mejor para librarnos de esta

Shakespeare and Company

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Shakespeare and Company,  París A las puertas de Shakespeare and Company  unos jóvenes cantaban y tocaban la guitarra.          En su interior el universo entero se transformaba en  libros . Cientos, miles, qué sé yo.  Había   sillones  aquí y allí para sentarte a leer esos libros, y había  mesitas de escritorio  y  máquinas de escribir  y  escaleras  por las que subían y bajaban muchas, muchas, muchas personas que no llegaron a verme porque yo las estaba soñando y porque ellas entonces ya se habían dejado los ojos perdidos en algún rincón de aquel  mundo hermoso ,  rarísimo ,  desconcertante ...  maravilloso .

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Frederick Sandys, Queen Eleanor  (1858)

Virginia Woolf...

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«Sobre el amplio continente de la vida de una mujer se proyecta siempre la sombra de una espada». Virginia Woolf

Museo del Louvre...

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Museo del Louvre...

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 Mary Lizzie Macomber, Isabella  (1908)

Arpa rota en la lluvia

                                    Cuando la lluvia tenue detiene los recuerdos sobre el mar solitario; cuando el tren ha pasado dejando en los durmientes sus metálicas furias; cuando tiembla el almendro tocado por los muertos; cuando la breve música te borra las distancias y silencioso escuchas que tu cuerpo ha partido, que solo estás en otro cuerpo que te recuerda, vibra tu mano rota mordida por la lluvia. Murmullos de la muerte, que ascienden lentamente por tu cuerpo deshecho, hace brotar la lluvia, cuando alguien pisotea tu cabello extendido y tu ramaje yerto poblado por el viento. Miguel Arteche