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Mostrando entradas de marzo, 2022

9. De un arroyo sin nombre

Pasé el tiempo que faltaba para que el sol se pusiera sentada a la orilla de aquel arroyo sin nombre . Sus aguas cálidas me acariciaban los pies. Sus aguas cálidas…   Comí las avellanas que me trajo en el pico un ruiseñor azul , me tumbé boca arriba sobre la hierba húmeda y miré desde el suelo al cielo, clavando la vista en un sol que cada vez se hacía más lejano y más chico… que se moría. No sé cuándo cerré los ojos , pero lo cierto es que lo hice y lo cierto es que   un sueño profundo se apoderó de mí   y me condujo de un recoveco a otro de la conciencia, de un recoveco a otro en un estruendo de trinos.   De aguas cálidas que discurren mansas mientras acarician pieles . De aires templados que se visten de aromas, se cuelan por entre las ramas de los árboles y  te revuelven los cabellos y el alma ...

A María Moliner...

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Egipto...

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Arthur Hughes, Ophelia  (1863 - 1864)

Para Sanmao...

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Mi voz

Dentro de este inquieto, apresurado y moderno mundo, Arrancamos todo el placer de nuestros corazones, tú y yo. Ahora, las blancas velas de nuestra nave ondean firmes, Pero ha pasado el momento del embarque. Mis mejillas se han marchitado antes de tiempo, Tanto fue el llanto que la alegría ha huido de mí, El Dolor ha pintado de blanco mis labios, Y la Ruina baila en las cortinas de mi lecho. Pero toda esta tumultuosa vida ha sido para ti No más que una lira, un luto, Un sutil hechizo musical, O tal vez la melodía de un océano que duerme, La repetición de un eco. Oscar Wilde

Dôme des Invalides et place Vauban...

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  Paris...  XIXème siècle Gaspard Gobaut,  Dôme des Invalides et place Vauban

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Edward Burne-Jones, The Prioress's Tale  

8. De seres que nunca has visto...

Dejé de leer cuando el sol estuvo bien alto en el cielo   y un reguero de gotitas saladas comenzaron su descenso piel abajo, recién nacidas de mi frente. Ojalá fueran dulces y pudieran calmarme la sed. Ojalá no se deshiciesen al tacto, sino que fueran sólidas como aceitunas y pudieran saciar este estómago hambriento. Cerré despacio el   Libro Grande , tratando siempre tratando de no hacer ruido.   Me levanté del suelo , restregándome con fuerza los ojos para poder abrirlos mucho y contemplar aquel derredor en el que estaba envuelta:   el   bosque era demasiado hermoso a esa hora . Amodorrado por el rumor de las aguas de un arroyuelo que no discurría muy lejos,  tenía el aire vestido de aromas y la piel teñida de un verde intenso .   Ni rastro de las sombras que de noche esparce por él la luna.   No hubo lugar adonde mirara y no encontrase vida ni rincón en el que hallar silencio . Algunos de los seres que vi habitan el mundo de ahí afuera, tu mundo. En cambio de la mayoría, si alg

Reloj astronómico de Praga...

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Reloj astronómico de Praga

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John Roddam Spencer Stanhope, Charon and Psyche  (1883)  

La duda

  Cuando al escribir en ellas Contemplo tan lindas hojas, Entre si llore o si cante Estoy dudando, señora. Recuerdos tenéis en ellas Que desgarran la memoria, Por más que entre tantas flores Estas espinas se escondan; Que cuando un enamorado En himno de amores llora, Más que a cantar sus cantares, Su llanto a llorar provoca. Y los versos de ese muerto Tanto en lágrimas rebosan, Que removidas las mías, A mis pupilas asoman. Y pues donde tantos cantan Hay uno que a llorar osa, Entre si llore o si cante Estoy dudando, señora. Si intento escribiros versos, Dentro la mente se agolpan Cuantos primores y hechizos La naturaleza aborta. Que en este jardín de España Las inspiraciones sobran, Pues basta mirar la lumbre Con que el sol le tornasola, Los arroyos que le cruzan, Los jazmines que le bordan Y las bellas que le pisan, Cuantas maravillas brota, Para entonar tantos himnos, Tantas letras amorosas, Que antes que el canto se agote, Gastada el arpa se rompa. Pero al ver lo que ese triste Grabó

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Evelyn de Morgan, Helen of Troy  (1898)

7. Del ruido de las páginas pasadas

Las páginas del   Libro Grande   hacen mucho ruido al ser pasadas . Parecieran estremecidas por un escalofrío que solo ellas son capaces de sentir   en una tarde quieta y cálida como esta. Tengo hambre y tengo sed. Se me cierran los ojos a cada letra que voy uniendo y, sin embargo, he de seguir: que aunque la noche tarde en caer de nuevo   el duende puede abrir los ojillos en cualquier momento , puede desperezarse y aguzar el oído. Y descubrir el ruido inmenso que ,   al pasar ,   hacen las hojas de su Libro Grande …

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