9. De un arroyo sin nombre
Pasé el tiempo que faltaba para que el sol se pusiera sentada a la orilla de aquel arroyo sin nombre . Sus aguas cálidas me acariciaban los pies. Sus aguas cálidas… Comí las avellanas que me trajo en el pico un ruiseñor azul , me tumbé boca arriba sobre la hierba húmeda y miré desde el suelo al cielo, clavando la vista en un sol que cada vez se hacía más lejano y más chico… que se moría. No sé cuándo cerré los ojos , pero lo cierto es que lo hice y lo cierto es que un sueño profundo se apoderó de mí y me condujo de un recoveco a otro de la conciencia, de un recoveco a otro en un estruendo de trinos. De aguas cálidas que discurren mansas mientras acarician pieles . De aires templados que se visten de aromas, se cuelan por entre las ramas de los árboles y te revuelven los cabellos y el alma ...