<< ‑ ¡Subid , subid todos! ‑grita un hombre todavía joven, de grueso cuello, cara mofletuda y tez de un rojo de zanahoria‑. Os llevaré a todos . ¡Subid! Estas palabras provocan exclamaciones y risas. ‑ ¿Creéis que podrá con nosotros ese esmirriado rocín? ‑ ¿Has perdido la cabeza, Mikolka? ¡Enganchar una bestezuela así a semejante carreta! ‑ ¿No os parece, amigos, que ese caballejo tiene lo menos veinte años? ‑ ¡Subid! ¡Os llevaré a todos! ‑vuelve a gritar Mikolka. Y es el primero que sube a la carreta. Coge las riendas y su corpachón se instala en el pescante. ‑ El caballo bayo ‑dice a grandes voces‑ se lo llevó hace poco Mathiev, y esta bestezuela es una verdadera pesadilla para mí. Me gusta pegarle , palabra de honor . No se gana el pienso que se come. ¡Hala, subid! lo haré galopar, os aseguro que lo haré galopar. Empuña el látigo y se dispone , con evidente placer , a fustigar al animalito . ‑ Ya lo oís: dice que lo hará ga