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Mostrando entradas de diciembre, 2022

El olvido

No es tu final como una copa vana que hay que apurar. Arroja el casco, y muere. Por eso lentamente levantas en tu mano un brillo o su mención, y arden tus dedos, como una nieve súbita. Está y no estuvo, pero estuvo y calla. El frío quema y en tus ojos nace su memoria. Recordar es obsceno, peor: es triste. Olvidar es morir. Con dignidad murió. Su sombra cruza. Vicente Aleixandre

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Emily Hunt, Jealous Jessie  (1861)

El códice Voynich. El manuscrito más misterioso del mundo...

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John William Godward, The Posy

Si consideramos

Si consideramos lo que puede verse: motores que nos vuelven locos, amantes que acaban odiándose, ese pescado que en el mercado mira fijamente hacia atrás adentrándose en nuestras mentes, flores podridas, moscas atrapadas en telarañas, motines, rugidos de leones enjaulados, payasos enamorados de billetes, naciones que trasladan a la gente como peones de ajedrez, ladrones a la luz del día con maravillosas esposas y vinos por la noche, las cárceles atestadas, el tópico de los parados, hierba moribunda, fuegos insignificantes, hombres suficientemente viejos como para amar la tumba. Estas y otras cosas demuestran que la vida gira sobre un eje podrido. Pero nos han dejado un poco de música y un póster clavado en el rincón un vaso de whisky, una corbata azul un delgado volumen de poemas de Rimbaud, un caballo que corre como si el diablo le estuviera retorciendo la cola sobre la hierba azul y el griterío y después, de nuevo, el amor como un coche que dobla la esquina puntual, la ciudad a la es

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Edward Burne-Jones, The Achievement of the Grail  (1891)

Una noche llenita de estrellas

           Titus B.  se despertó una noche llenita de estrellas . Una noche cálida de principios de verano  que hizo que el duende abriera sus ojillos somnolientos, hinchados tras tantísimas horas de sueño, y me mirara y me sonriera. Y tomara entre sus manitas las lentes y se las colocase levantando luego mucho mucho la cara, los huequecillos de la nariz muy abiertos para aspirar la tibieza de aquel aire que taponaba las sombras. Para rellenar con él sus pulmones diminutos. Para expulsarlo luego convertido en un aliento suave que recorrió el bosque de parte a parte... Se acomodó las ropas, bostezó y me acarició el pelo. ¿Qué había soñado él todos estos meses?  ¿Habría volado, acaso, el viejo duende también a  París ? ¿O lo habrían llevado sus sueños aún más lejos, hasta algún lugar remoto solo conocido a través de las leyendas y los cuentos? - Mujercita –me dijo en un susurro, una chispa de alegría prendiendo sus ojos de viejo-, mira,  mira   mis sueños …

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Sophie Gengembre Anderson, Windfalls

La tarde va oscureciendo

La tarde va oscureciendo Después de este día tan luminoso, Olas bravías descubren Que salvaje será la noche. Suena a lo lejos un profundo trueno. Las últimas gaviotas cubren el horizonte A lo largo de la pura altura del precipicio; Como vagos recuerdos en la memoria, Los últimos estremecimientos de deleite, Las alas blancas ya perdieron su blancura. No queda una sola nave a la vista; Y, cuando el sol se va ocultando, Las espesas nubes conspiran para cubrir A la Luna, que debe subir más allá. Únicamente vida, anhelada amante. Robert Bridges

Gorriones

     <<La mañana de Santiago está nublada de blanco y gris, como guardada en  algodón. (...) Nos hemos quedado en el jardín los gorriones,  P latero y yo.       (...)  ¡Benditos pájaros, sin fiesta fija! Con la libre monotonía de lo nativo, de lo  verdadero, nada, a no ser una dicha vaga, les dicen a ellos las campanas.      Contentos, sin fatales obligaciones, sin esos olimpos ni esos avernos que extasían o  que amedrantan a los pobres hombres esclavos, sin más moral que la suya ni  más Dios que lo azul, son mis hermanos, mis dulces hermanos.      Viajan sin dinero y sin maletas: mudan de casa cuando se les antoja;  presumen un arroyo, presienten una fronda, y solo tienen que abrir sus alas para  conseguir la felicidad; no saben de lunes ni de sábados; se bañan en todas partes,  a cada momento; aman el amor sin nombre, la amada universal.      Y cuando las gentes ¡las pobres gentes!, se van a misa los domingos, cerrando  las puertas, ellos, en un alegre ejemplo d