Tinta de limón
Lola García de Luna |
Descubrí la tinta de limón un verano de hace casi veinte años. Entonces yo era una niña que solo quería leer.
Se ocultaba entre las páginas de Los Tres Investigadores, la serie de novelas
de detectives que era dueña y señora de mis pensamientos infantiles.
Y es que los malos escribían con tinta de limón
mensajes secretos en los mapas del tesoro; en las notas arrugadas que sin
querer se escurrían de entre las hojas de un cuaderno; en la cara interna de
aquel viejo sobre que guardaba una carta misteriosa… Porque la tinta de limón
es una tinta secreta, invisible, que solo muestra las letras que atesora si se ve
amenazada por la cercanía del fuego.
La tinta de limón… Con ella se escribirían también los sueños de esa niña que solo quería leer mientras anhelaba el día, entonces
bien lejano –el día de la juventud-, en que pudiera viajar a Rocky Beach,
entrar en el “Patio Salvaje” (la chatarrería del tío Titus Jones) y, cajita de
cerillas en mano, sentarse junto a Pete Crenshaw, Bob Andrews y Júpiter Jones a
arrancar al papel cuantos secretos anduviera el muy astuto custodiando...