Sobre el poder del tiempo
Todo lo muda el tiempo, Filis mía, todo cede al rigor de sus guadañas: ya transforma los valles en montañas, ya pone un campo donde un mar había. Él muda en noche opaca el claro día, en fábulas pueriles las hazañas, alcázares soberbios en cabañas, y el juvenil ardor en vejez fría. Doma el tiempo al caballo desbocado, detiene el mar y viento enfurecido, postra al león y rinde al bravo toro. Sola una cosa al tiempo denodado ni cederá, ni cede, ni ha cedido, y es el constante amor con que te adoro. José Cadalso