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Mostrando entradas de 2018
Joyeux Noël 🌟 Feliz Navidad
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Romances del Cid... 4. Bodas de Rodrigo y Jimena
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15. La paloma mensajera
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Apenas si llevábamos dos pasos dados cuando nos ha parado en seco el vuelo de una paloma. El pajarillo se nos ha echado encima, aturdido, y se ha dejado caer a mis pies. Vendrá de muy lejos. A saber desde dónde. Es muy alta . Demasiado . A lo mejor es porque es macho aunque eso no sé si tiene que ver, que no sé nada de palomas. El caso es que esta es casi tan alta como Titus B. Lo que le faltaba al duende, como si no estuviera de por sí él triste ya (otro día prometo contarte por qué). Trae al cuello enrollado un cordel negro muy fino . Que parece que le va a cortar la piel. Y en el cordel enganchado un papelito. Es una paloma mensajera . El duende deja el Libro Grande en el suelo y se acerca a ella . Y deshace el nudo del cordel . Toma el papel entre los dedos. Se lleva la mano derecha al chaleco y busca las lentes que hace apenas nada se ha quitado. Cuando al fin las encuentra se las coloca muy bien colocadas sobre la nariz: - Es para
Romances del Cid... 3. Jimena suplica al rey Fernando
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Romances del Cid... 2. Bravura de Rodrigo
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A Bartolomé Esteban Murillo...
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Romances del Cid... 1. Rodrigo venga a su padre
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Soneto de repente
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Un soneto me manda hacer Violante; en mi vida me he visto en tal aprieto, catorce versos dicen que es soneto, burla burlando van los tres delante. Yo pensé que no hallara consonante y estoy a la mitad de otro cuarteto; mas si me veo en el primer terceto, no hay cosa en los cuartetos que me espante. Por el primer terceto voy entrando, y aún parece que entré con pie derecho, pues fin con este verso le voy dando. Ya estoy en el segundo, y aún sospecho que estoy los trece versos acabando: contad si son catorce, y está hecho. Lope de Vega
Para René Magritte...
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14. De Denis Zachaire y el maestro de alquimia
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- Tenemos que encontrar un maestro , mujercita. De reojo desde su pequeñez diminuta. De reojo me mira el duende y aguarda, aguarda paciente la reacción que cree está por transmutar mi rostro... ¿pero qué reacción? ¿qué maestro? - Un maestro. Que bien escrito que lo dejó aquí hace cinco siglos el viejo Denis Zachaire, y bien que se hizo él con la Piedra filosofal. Busco un rincón en donde cobijarme . Tengo frío. - Creía que mi maestro eras tú... Se ajusta las lentes sobre la naricilla rechoncha, tiene pensado seguir leyéndome, pero esta vez de cara, cerciorándose de que lo atiendo. Es muy desconfiado, Titus B., y se piensa siempre que no lo escucho. Me acurruco a los pies de un almendro que vive a mi espalda. Los tiene huecos, los pies. Quepo yo entera. Podría hasta hacerlo mi casa. Espero un poco más y el duende vuelve a empezar: «Pero, ante todo, quiero que se sepa –por si aún no lo han advertido– que esta filosofía divina no está a
Les monstres de Notre Dame de Paris...
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Para Auguste Rodin...
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13. De Geber el alquimista y la vuelta al camino
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El alquimista Geber, padre de la química moderna « Dondequiera que aparentemente hablé de nuestra ciencia con mayor claridad (decía aquel pequeño fragmento de la Summa de Geber, el padre, mujercita -me decía, la manita derecha en alto moviéndose airada-, de la química moderna), en realidad me expresé en la forma más oscura , encubriendo el verdadero significado de mis palabras. Y, pese a todo , en ningún momento envolví nuestra obra en alegorías ni enigmas , sino que la describí honestamente , con palabras claras y comprensibles, tal como yo la entiendo y tal como, con ayuda de Dios, la aprendí...». Titus B. lo ha l eído sin descanso . Sin detenerse siquiera a respetar puntos o comas. Sin nada. Que leer , so lo leer y que yo te escribiera quería el duende . Que habrá pasado mucho tiempo -tiene que pensar-. Que he pasado mucho tiempo ahí tirado y se nos escapan las horas por esta senda. De modo que ha puesto las piernecillas de nuevo en marcha .
Para Albert Camus...
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12. Del Triunfo de la Hermética
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¿Cuánto tiempo hemos tardado el pequeño duende y yo en apartar de nuestro camino la piedra ? ¿Cuánto ? Tengo la espalda hecha ciscos. Titus B. está tirado en el suelo . Panza arriba . No se mueve. Y como con los pulmoncillos que tiene apenas si hace falta que le entre un hilo de aire, cualquiera que lo viera se pensaría que está muerto. El Libro descansa aún, abierto de hoja en hoja, a los pies del castaño mágico al que dejó encomendada su custodia . Pero él no da en sí… de modo que a lo mejor puedo , ahora que no me ve porque tiene los ojos cerrados y si los abriera no sabría ni lo que está viendo, acercarme hasta el árbol del Libro . Y mirar sus letras . Y unirlas . Y robarle con la mente un montoncito de palabras… Me acerco al fin. El Libro no me va a saltar encima. Me acerco. Tiene unas letras muy grandes . A ver para qué escribe Titus B. en un libro con esas letras tan grandes, con lo chico que es él y lo pronto que se le van a gastar
...en esa nada del caer y aniquilarse
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11. De la piedra en el camino y las letras del Libro
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El camino se parte aquí , tú a lo mejor no lo ves, desde ahí desde donde estás sentad@. Pero se parte. Hay una piedra gigante - para Titus B. más gigante que para mí ;) - taponando la senda . El pequeño duende se acerca a ella. Deja por vez primera desde que lo conozco el Libro en el suelo y la manosea llevando los dedos todo lo alto que lo dejan sus brazos… - Mira, mujercita. Miro. - Lleva esculpida una leyenda , ¿la ves? Aquí, casi en la base, a mi altura, entre las sombras. Agáchate, agáchate más. Al tenderme de bruces sobre el suelo veo la inscripción. Pero está muy borrosa y escrita en una lengua extraña . No sé leerla. Titus B. se acomoda sobre la nariz las minúsculas lentes que lleva atadas con un cordel blanco al chaleco. Y con las manitas va marcando el sendero por el que discurren las palabras. Y lee: « Con ayuda de Dios omnipotente, esta piedra os librará y preservará de todas las enfermedades , por graves que sean,
10. Del azul del cielo y los secretos alquímicos
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Cuanto más azul se ve del cielo más enfadado se pone Titus B. Y hoy , desde esta parte del camino en la que apenas si nos rozan las ramas de unos pocos arbustos que no me llegan ni a la cintura, se ve mucho azul . Y muy azul :) De modo que se ha parado . No quiere seguir andando mientras se vea el cielo, me dice. No va a seguir andando . Y me mira al compás que enarca una ceja . Solo una: la derecha. La izquierda la deja quieta. Imagina cómo lo hace, trata de imaginártelo porque es muy gracioso. Y me entran muchas ganas de reírme -en su cara, ¡madre mía!- de la cara que se le pone. Pero me aguanto porque se va a enfadar más. Y a lo mejor hasta se va. Que sí. Que tú no lo conoces. Que Titus B. es el ser más susceptible que puedas encontrarte en este mundo. El Libro lo tiene abierto . Pero ahora no escribe. Me va a leer . Si es que es muy gracioso. Me va a leer. Date por enterada, mujercita, que esto que voy a leer va por ti. No te creas que va p
Para Italo Calvino...
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A Katherine Mansfield...
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9. De Titus B. y la perfección adánica
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A lo mejor te preguntas que quién me cuenta todo esto que aquí te escribo, y que tú lees. Es verdad, nunca te lo he dicho , pero es que no es uno, o una: a ver, sí es uno, pero no siempre es el mismo, sino uno distinto a cada tramo que abordamos de la Historia. El que está ahora a mi lado, el que tanto sabe de alquimia y me lo chiva todo y me mete prisa para que te siga contando se llama Titus B. Siempre va escribiendo en un libro al compás que habla y anda . Es un duendecillo . Uno de esos muy traviesos a los que les gusta corretear por entre los pasos de los viajeros cansados y chillarles al pie de las orejas, sabes cuáles te digo, ¿no? Pues de esos, de esos que además está llenito Brocelianda . Me está tirando del brazo . Es muy malo y muy pesado. Me dice que me levante ya . Que llevo yo no sé cuántos días sentada en esta piedra . Que si no me duelen las posaderas… eso me dice: las posaderas :) Y yo le digo Venga, Titus B., dime de una vez lo que
El Reloj Astronómico de Praga...
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Una piedra sobre la que reposar
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Estoy muy cansada . Sin que sea cierto me pareciera llevar el peso del plomo sobre los hombros . Me pareciera que toda yo me estoy volviendo de plomo . Y aún no sé ni cuánto tarda ese metal en hacerse de oro ... No te lo he dicho, pero me he sentado . No te lo he dicho y ya estoy sentada sobre una piedra . Es grande. Y lisa. Lo suficientemente grande y lo suficientemente lisa como para aguantar el peso de mi carga hasta que me levante. Y me vaya. Tampoco te lo he dicho, pero es una piedra encantada . Aunque no sé por qué pienso que tal vez te sorprendas al leer esto, cuando de sobra sé que sabes que Brocelianda entera se mueve al son con que balancea el viento sus hojas mágicas . Aquí me quedo , pues. Ya me levantaré. El sábado me levantaré ...
8. Cuerpo de cobre. Alma de oro
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Nicolás Flamel « El cobre no descansa hasta convertirse en oro » , eso decía el maestro Eckehart: el cobre que no es cobre, sino espejo en el que se miran cuerpo y alma , cada cual andando su propio camino de perfección. Tu cuerpo y tu alma, mi alma y mi cuerpo, da igual. Que el cobre es el cuerpo . Y el oro el alma : el alma cuando llega a ese estado que la hace sagrada como el sol . Inmutable . Inmortal . Para Nicolás Flamel (1330 – 1417) -aquel hombre de fe que fue alquimista - la Obra alquímica : << hace bueno al hombre porque de él arranca la raíz de todos los pecados, haciéndole generoso, manso, piadoso, creyente y temeroso de Dios, por malo que haya sido . Porque desde ahora estará siempre lleno de la gracia y la misericordia que ha recibido de Dios y de la profundidad de sus maravillosas obras >>.