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Mostrando entradas de diciembre, 2021
Libertad
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Risueños están los mozos, gozosos están los viejos porque dicen, compañeras, que hay libertad para el pueblo. Todo es la turba cantares, los campanarios estruendo, los balcones luminarias, y las plazuelas festejos. Gran novedad en las leyes, que, os juro que no comprendo, ocurre cuando a los hombres en tal regocijo vemos. Muchos bienes se preparan, dicen los doctos al reino, si en ello los hombres ganan yo, por los hombres, me alegro; Mas, por nosotras, las hembras, ni lo aplaudo, ni lo siento, pues aunque leyes se muden para nosotras no hay fueros. ¡Libertad! ¿qué nos importa? ¿qué ganamos, qué tendremos? ¿un encierro por tribuna y una aguja por derecho? ¡Libertad! ¿de qué nos vale si son los tiranos nuestros no el yugo de los monarcas, el yugo de nuestro sexo? ¡Libertad! ¿pues no es sarcasmo el que nos hacen sangriento con repetir ese grito delante de nuestros hierros? ¡Libertad! ¡ay! para el llanto tuvímosla en todos tiempos; con los déspotas lloramos, con tributos lloraremos; Que,
A los hermanos Grimm...
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Cosas de libros... (IV) 🧚♀️
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Rima LVI. Hoy como ayer, mañana como hoy 💫
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Hoy como ayer, mañana como hoy, ¡y siempre igual! un cielo gris, un horizonte eterno, ¡y andar… andar! Moviéndose a compás, como una estúpida máquina, el corazón; la torpe inteligencia del cerebro dormía en un rincón. El alma, que ambiciona un paraíso, buscándolo sin fe; fatiga sin objeto, ola que rueda ignorando por qué. Voz que incesante con el mismo tono canta el mismo cantar; gota de agua monótona que cae, y cae sin cesar. Así van deslizándose los días unos de otros en pos, hoy lo mismo que ayer… y todos ellos sin gozo ni dolor. ¡Ay! a veces me acuerdo suspirando del antiguo sufrir… Amargo es el dolor; pero siquiera ¡padecer es vivir! Gustavo Adolfo Bécquer
Notre Dame de Paris...
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Ruiseñores
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Bellas deben ser las montañas de las que vienes Y luminosos los arroyos de esos fructíferos valles, Aprendo tu canción: ¿Dónde están esos bosques estrellados? Puede que yo vague por allí, Entre esas flores de aire celestial Que florecen todo el año. No, se han consumido esas montañas y se han secado los arroyos: Nuestra canción es solo la voz de un deseo que frecuenta nuestros sueños, Un trozo del corazón, De quien afligiéndose las visiones, oscuras esperanzas prohíben sueños profundos, Ninguna cadencia agonizante, ningún suspiro largo puede permanecer Para todo nuestro ser. Solos, resonando los oídos de arrebatados hombres, Vertemos nuestro secreto nocturno y oscuro; y entonces, Cuando la noche se retira De estos dulces licores saltando y estallando ramas de mayo, Sueña, mientras el inabarcable coro del día Da la bienvenida al alba. Robert Bridges
3. El Manuscrito Voynich
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Hace horas que Titus B. corre con los ojillos de un libro a otro : del Libro Grande al Manuscrito Cifrado, del Manuscrito Cifrado al Libro Grande. Mordiéndose la lengua de intriga y de placer mientras siente recobrado al fin su lugar en el bosque. Yo veo pasar el tiempo sentada a su lado pero no muy cerca , que si no, no se concentra. Al menos cien luciérnagas han acudido a la llamada de esas primeras que llegaron a dar luz al duende, y ahora nuestro diminuto rincón del bosque está encendido por un día hecho de mil soles y una luna inmensa . Espero a que el duende diga algo . A que comparta conmigo un poco de lo mucho que parece estar descubriendo, pero apenas si se le escapa algún ¡ajajá! y palabrejas rarísimas como Voynich … << ¡Ajajá, el Manuscrito Voynich ! Si ya lo sabía yo. Ya lo sabía yo... >> . Eso dice las veces que dice algo. Cuanto resta lo llena con silencio, miradas de reojo y satisfacción grandísima en la cara. Sabe que me muero de
Cosas de libros... (III) 🧚♀️
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Ella se dio cuenta...
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<<Ella se dio cuenta de que la única postura que podía adoptar ante (...) las penalidades que se cruzaban en el camino de su vida, era resignarse, como si se tratara de una sentencia inapelable. No encontró mejor medio de defenderse que hacer acopio de paciencia y pedir ayuda a su capacidad de resistencia personal, su único refugio para tratar de vencer (...)>>. Naguib Mahfuz, Entre dos palacios