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Mostrando entradas de noviembre, 2018
Romances del Cid... 1. Rodrigo venga a su padre
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Soneto de repente
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Un soneto me manda hacer Violante; en mi vida me he visto en tal aprieto, catorce versos dicen que es soneto, burla burlando van los tres delante. Yo pensé que no hallara consonante y estoy a la mitad de otro cuarteto; mas si me veo en el primer terceto, no hay cosa en los cuartetos que me espante. Por el primer terceto voy entrando, y aún parece que entré con pie derecho, pues fin con este verso le voy dando. Ya estoy en el segundo, y aún sospecho que estoy los trece versos acabando: contad si son catorce, y está hecho. Lope de Vega
Para René Magritte...
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14. De Denis Zachaire y el maestro de alquimia
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- Tenemos que encontrar un maestro , mujercita. De reojo desde su pequeñez diminuta. De reojo me mira el duende y aguarda, aguarda paciente la reacción que cree está por transmutar mi rostro... ¿pero qué reacción? ¿qué maestro? - Un maestro. Que bien escrito que lo dejó aquí hace cinco siglos el viejo Denis Zachaire, y bien que se hizo él con la Piedra filosofal. Busco un rincón en donde cobijarme . Tengo frío. - Creía que mi maestro eras tú... Se ajusta las lentes sobre la naricilla rechoncha, tiene pensado seguir leyéndome, pero esta vez de cara, cerciorándose de que lo atiendo. Es muy desconfiado, Titus B., y se piensa siempre que no lo escucho. Me acurruco a los pies de un almendro que vive a mi espalda. Los tiene huecos, los pies. Quepo yo entera. Podría hasta hacerlo mi casa. Espero un poco más y el duende vuelve a empezar: «Pero, ante todo, quiero que se sepa –por si aún no lo han advertido– que esta filosofía divina no está a
Les monstres de Notre Dame de Paris...
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Para Auguste Rodin...
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13. De Geber el alquimista y la vuelta al camino
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El alquimista Geber, padre de la química moderna « Dondequiera que aparentemente hablé de nuestra ciencia con mayor claridad (decía aquel pequeño fragmento de la Summa de Geber, el padre, mujercita -me decía, la manita derecha en alto moviéndose airada-, de la química moderna), en realidad me expresé en la forma más oscura , encubriendo el verdadero significado de mis palabras. Y, pese a todo , en ningún momento envolví nuestra obra en alegorías ni enigmas , sino que la describí honestamente , con palabras claras y comprensibles, tal como yo la entiendo y tal como, con ayuda de Dios, la aprendí...». Titus B. lo ha l eído sin descanso . Sin detenerse siquiera a respetar puntos o comas. Sin nada. Que leer , so lo leer y que yo te escribiera quería el duende . Que habrá pasado mucho tiempo -tiene que pensar-. Que he pasado mucho tiempo ahí tirado y se nos escapan las horas por esta senda. De modo que ha puesto las piernecillas de nuevo en marcha .
Para Albert Camus...
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12. Del Triunfo de la Hermética
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¿Cuánto tiempo hemos tardado el pequeño duende y yo en apartar de nuestro camino la piedra ? ¿Cuánto ? Tengo la espalda hecha ciscos. Titus B. está tirado en el suelo . Panza arriba . No se mueve. Y como con los pulmoncillos que tiene apenas si hace falta que le entre un hilo de aire, cualquiera que lo viera se pensaría que está muerto. El Libro descansa aún, abierto de hoja en hoja, a los pies del castaño mágico al que dejó encomendada su custodia . Pero él no da en sí… de modo que a lo mejor puedo , ahora que no me ve porque tiene los ojos cerrados y si los abriera no sabría ni lo que está viendo, acercarme hasta el árbol del Libro . Y mirar sus letras . Y unirlas . Y robarle con la mente un montoncito de palabras… Me acerco al fin. El Libro no me va a saltar encima. Me acerco. Tiene unas letras muy grandes . A ver para qué escribe Titus B. en un libro con esas letras tan grandes, con lo chico que es él y lo pronto que se le van a gastar