Debajo del poema…

Debajo del poema

—laborioso mecánico—,

apretaba las tuercas a un epíteto.

Luego engrasó un adverbio,

dejó la rima a punto,

afinó el ritmo

y pintó de amarillo el artefacto.

Al fin lo puso en marcha, y funcionaba.


—No lo toques ya más,

se dijo.

Pero

no pudo remediarlo:


volvió a empezar,

rompió los octosílabos,

los juntó todos,

cambió por sinestesias las metáforas,

aceleró…

mas nada sucedía.

Soltó un tropo,

dejó todas las piezas

en una lata malva,

y se marchó,

cansado de su nombre.

Ángel González

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