Una piedra sobre la que reposar


Estoy muy cansada. Sin que sea cierto me pareciera llevar el peso del plomo sobre los hombros. Me pareciera que toda yo me estoy volviendo de plomo. Y aún no sé ni cuánto tarda ese metal en hacerse de oro...

No te lo he dicho, pero me he sentado.

No te lo he dicho y ya estoy sentada sobre una piedra. Es grande. Y lisa. Lo suficientemente grande y lo suficientemente lisa como para aguantar el peso de mi carga hasta que me levante. Y me vaya.

Tampoco te lo he dicho, pero es una piedra encantada. Aunque no sé por qué pienso que tal vez te sorprendas al leer esto, cuando de sobra sé que sabes que Brocelianda entera se mueve al son con que balancea el viento sus hojas mágicas.

Aquí me quedo, pues. Ya me levantaré. El sábado me levantaré...

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