Retrato de un hombre inquieto

Se retira hacia el fondo de sí mismo a pensar

lo poca cosa que es. Tal vez se vuelve al árbol

que le sugiere un gesto. Al cabo de una hora,

es la arena más bien quien le influye. Indolente


recuerda un viejo amor. Se cree bien conservado

a pesar del olvido y la sangre agolpada

sobre su corazón. No estaría tan inerme

si tuviera un amigo: por ejemplo un guijarro,


un ave moribunda, una colina cálida.

Cierra primero un ojo, luego el otro, escrutándose

con furor. No descubre nada fundamental


en sus pulmones ni en sus almas, que se quita

una detrás de otra, igual que sus camisas.

Toda serenidad le parece una ofensa.

Alain Bosquet


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