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9. De un arroyo sin nombre

Pasé el tiempo que faltaba para que el sol se pusiera sentada a la orilla de aquel arroyo sin nombre . Sus aguas cálidas me acariciaban los pies. Sus aguas cálidas…   Comí las avellanas que me trajo en el pico un ruiseñor azul , me tumbé boca arriba sobre la hierba húmeda y miré desde el suelo al cielo, clavando la vista en un sol que cada vez se hacía más lejano y más chico… que se moría. No sé cuándo cerré los ojos , pero lo cierto es que lo hice y lo cierto es que   un sueño profundo se apoderó de mí   y me condujo de un recoveco a otro de la conciencia, de un recoveco a otro en un estruendo de trinos.   De aguas cálidas que discurren mansas mientras acarician pieles . De aires templados que se visten de aromas, se cuelan por entre las ramas de los árboles y  te revuelven los cabellos y el alma ...

A María Moliner...

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Egipto...

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Arthur Hughes, Ophelia  (1863 - 1864)

Para Sanmao...

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Mi voz

Dentro de este inquieto, apresurado y moderno mundo, Arrancamos todo el placer de nuestros corazones, tú y yo. Ahora, las blancas velas de nuestra nave ondean firmes, Pero ha pasado el momento del embarque. Mis mejillas se han marchitado antes de tiempo, Tanto fue el llanto que la alegría ha huido de mí, El Dolor ha pintado de blanco mis labios, Y la Ruina baila en las cortinas de mi lecho. Pero toda esta tumultuosa vida ha sido para ti No más que una lira, un luto, Un sutil hechizo musical, O tal vez la melodía de un océano que duerme, La repetición de un eco. Oscar Wilde

Dôme des Invalides et place Vauban...

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  Paris...  XIXème siècle Gaspard Gobaut,  Dôme des Invalides et place Vauban

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Edward Burne-Jones, The Prioress's Tale  

8. De seres que nunca has visto...

Dejé de leer cuando el sol estuvo bien alto en el cielo   y un reguero de gotitas saladas comenzaron su descenso piel abajo, recién nacidas de mi frente. Ojalá fueran dulces y pudieran calmarme la sed. Ojalá no se deshiciesen al tacto, sino que fueran sólidas como aceitunas y pudieran saciar este estómago hambriento. Cerré despacio el   Libro Grande , tratando siempre tratando de no hacer ruido.   Me levanté del suelo , restregándome con fuerza los ojos para poder abrirlos mucho y contemplar aquel derredor en el que estaba envuelta:   el   bosque era demasiado hermoso a esa hora . Amodorrado por el rumor de las aguas de un arroyuelo que no discurría muy lejos,  tenía el aire vestido de aromas y la piel teñida de un verde intenso .   Ni rastro de las sombras que de noche esparce por él la luna.   No hubo lugar adonde mirara y no encontrase vida ni rincón en el que hallar silencio . Algunos de los seres que vi habitan el mundo de ahí afuera, tu mundo. En cambio de la mayoría, si alg