A mi ropa tendida

Me la están refregando, alguien la aclara.

¡Yo que desde aquel día

la eché a lo sucio para siempre, para

ya no lavarla más, y me servía!

¡Si hasta me está más justa! No la he puesto

pero ahí la veis todos, ahí, tendida,

ropa tendida al sol. ¿Quién es? ¿Qué es esto?

¿Qué lejía inmortal, y que perdida

jabonadura vuelve, qué blancura?

Como al atardecer el cerro es nuestra ropa

desde la infancia, más y más oscura

y ved la mía ahora. ¡Ved mi ropa,

mi aposento de par en par! ¡Adentro

con todo el aire y todo el cielo encima!

¡Vista la tierra tierra! ¡Más adentro!

¡No tenedla en el patio: ahí en la cima,

ropa pisada por el sol y el gallo,

por el rey siempre!


He dicho así a media alba

porque de nuevo la hallo,

de nuevo el aire libre sana y salva.

Fue en el río, seguro, en aquel río

donde se lava todo, bajo el puente.

Huele a la misma agua, a cuerpo mío.

¡Y ya sin mancha! ¡Si hay algún valiente,

que se la ponga! Sé que le ahogaría.

Bien sé que al pie del corazón no es blanca

pero no importa: un día…

¡Qué un día, hoy, mañana que es la fiesta!

Mañana todo el pueblo por las calles

y la conocerán, y dirán: «Esta

es su camisa, aquella, la que era

solo un remiendo y ya no le servía.

¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?»


Claudio Rodríguez

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