Más bella que las lágrimas
Mi respiro perturba la vida a cierta gente: como vago reproche los mantiene despiertos; tal vez porque mi canto cual un cobre estridente pudiera despertar con su clangor los muertos. ¡Ah! si los hiere mi verso con su tonada bélica -rugir que a sus oídos no quieren que se acerque- es que en el arpa el treno mató la voz angélica y resurgen los ecos pávidos de Dunkerque. Verdad: en recordarlo mi mal gusto compendio… Así somos algunos: en sus cuerpos quizás perduran los mordiscos del infernal incendio que los faros del Norte contemplaran jamás. Si te nombro, Amor mío, burla y odio concitas; si alabo el sol, ustedes el invernal derroche; dicen que en mi pradera sobran las margaritas, azules en mi cielo y estrellas en mi noche. Buscan en mis palabras a ver qué se descubre, como fino escalpelo que escarba un corazón… Tal vez me fuera poco perder Pont-neuf y el Louvre, que aún sus venganzas piden satisfacción. De alados cancioneros pueden hacer galeotes; ahuyentar al poeta podrá su elegancia;