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Caminante, son tus huellas…
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34. Cosas de duendes
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Algunos duendes son muy miedosos . Por eso tal vez nunca puedas ver ninguno. Ni aunque alguien que vaya contigo una tarde andando por el bosque te diga: mira, allí hay un duende sentado comiendo almendras . Nada. Seguramente no tendrías forma de verlo porque antes, mucho mucho antes de que te hubiese dado tiempo a levantar los ojos desde donde los tuvieras puestos y los llevaras hasta el punto ese que tu acompañante te señaló, la criatura ya se habría esfumado. Titus B. es así . Es uno de ellos. Se oculta. Se esconde de todo lo que no sea yo. Por miedo. Por terror. Solo si lo que quiera que sea se está muy quieto , como pasó aquella vez con la paloma mensajera , tiene el atrevimiento de quedarse. Pero solo así. Solo entonces. Y esta vez, teniendo encima a Nimue, poco más y le da un ataque. De verdad que no exagero. De verdad que no. De modo que esta noche, porque ya se ha hecho bien de noche y la luna está bien grande en lo alto del cielo, de modo que esta noche, digo,
Notre Dame de París...
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Empiezo a conocerme. No existo.
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Empiezo a conocerme. No existo. Soy el intervalo entre lo que deseo ser y los demás me hicieron, o la mitad de ese intervalo, porque además hay vida… Soy esto, en fin… Apaga la luz, cierra la puerta y deja de hacer ruido de zapatillas en el pasillo. Quede solo yo en el cuarto con el gran sosiego de mí mismo. Es un universo barato. Fernando Pessoa
33. La senda de los diamantes
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Dicen que un pájaro no entona dos veces la misma canción . Que esa melodía que te paraste aquella tarde de enero a escuchar con los ojos cerrados y la piel manchada de frío ningún otro, ni siquiera él mismo, volverá a repetirla jamás. Dicen , pero no sé si es verdad . A lo mejor sí. A lo mejor cada vez que despegan sus picos lisitos sueltan al mundo, a tu mundo, algo que por tan hermoso no pueda más que desvanecerse . Desvanecerse, para que siga siendo eso, hermoso. Para que nadie pueda corromperlo... Pasa con todo: con los cantos de las aves que hasta que anochezca colmarán el bosque; con el agua de ese mar que nunca tuve delante... o con los diamantes que estoy viendo ahora mismito cuajar la tierra . Sí sí. Como lo lees. Cuajarla. Que no hay uno ni hay dos. Que hay miles. Cientos de miles de piedras chiquininas que relumbran a la luz de un sol que les sonríe galante. Que las viste de colores. Que las hace brillar. Y la tierra encantada. Dispuesta a dejarse mir