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18. El libro volante

En el bosque de Brocelianda habitan multitud de criaturas . Quita a los duendes. Quítame a mí y al Libro Grande y todavía te quedarán muchísimas más. Tantas que no se pueden contar y cada una diferente. Una de esas criaturas   que te digo   estaba escondida entre unos helechos . No sé si dormía. A lo mejor se había dejado caer allí para dormir y llegué yo a despertarla. No lo sé. Solo sé que me la encontré   hecha una bola de papel blanco lleno de letras :   era un libro volante . Los libros volantes viven en   Brocelianda   y en ningún otro lugar . Pero apenas si se dejan ver. Que   se mueven con el sol ya muerto y lo hacen utilizando como alas tapas y páginas . Vuelan de noche. De acá para allá. De allá para acá. Y duermen de día. Nadie puede verlos a menos que permanezca quieto en un sitio un día entero. Y por la noche no cierre los ojos. Los abra bien abiertos. Y mire. Hasta que aparezcan. Eso es lo que me ha pasado a mí . Que en las noches no duermo en eterna vigilia

Tener la destreza...

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En tiempos remotos...

     <<»En tiempos remotos fueron fabricados en Eregion muchos anillos de elfos,  anillos mágicos como vosotros los llamáis; eran, por supuesto, de varias  clases, algunos más poderosos y otros menos. Los menos poderosos fueron solo  ensayos, anteriores al perfeccionamiento de este arte: bagatelas para los  herreros de los elfos, aunque a mi entender peligrosos para los mortales. Pero  los realmente peligrosos eran los Grandes Anillos, los Anillos de Poder.      » Un mortal que conserve uno de los Grandes Anillos no muere, pero no  crece ni adquiere más vida. Simplemente continúa hasta que al fin cada  minuto es un agobio. Y si lo emplea a menudo para volverse invisible, se  desvanecerá, se transformará al fin en un ser perpetuamente invisible que se  paseará en el crepúsculo bajo la mirada del Poder Oscuro, que rige los Anillos.       Sí, tarde o temprano (tarde, si es fuerte y honesto, pero ni la fortaleza ni los  buenos propósitos duran siempre), tarde o temprano el

A Sylvia Plath...

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Y la catedral...

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Luc-Olivier Merson << Y la catedral no era solo su compañera, era el universo; mejor dicho, era la Naturaleza en sí misma. Él nunca soñó que había otros setos que las vidrieras en continua floración; otra sombra que la del follaje de piedra siempre en ciernes, lleno de pájaros en los matorrales de los capiteles sajones; otras montañas que las colosales torres de la iglesia; u otros océanos que París rugiendo bajo sus pies >> . Victor Hugo, Nuestra Señora de París

Gandalf...

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<< Gandalf recordaba otra primavera , unos ochenta años atrás, cuando Bilbo había partido de Bolsón Cerrado sin llevarse ni siquiera un pañuelo (…) >> . J. R. R. Tolkien, El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo

17. El "router" enfermo

Siento haber desaparecido . Siento que tal vez me buscases aquí y no me vieras. Siento los días perdidos y la dichosa impotencia del qué voy a hacer.   Lo siento . Una razón a más vulgar y a más mundana me ha mantenido alejada del camino y todavía ahora me hace temer que eso vuelva a suceder: que   mi   router   se averió   y no está del todo arreglado. Que no, señor, que estoy enganchada por un cable a ese aparatito del diablo que no parece querer dejarme más la libertad. Entre tanto, mientras pasaban y se fueron quedando atrás tantos días,  el duende estuvo malito . Durmió sobre el lecho de hojas secas que dispuse para él a la estrecha sombra del letrero. Durmió y aún duerme, y   se acurruca bajo las finas páginas del Libro Grande hundido en esa fiebre tan pegajosa y tan suya   que está hecha de tristeza. Ojalá el jueves despierte...

Dorothy M. Wheeler, "Little Bo Peep" ♡

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Sapientia...

Sapientia sola libertas est Séneca