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Mostrando las entradas etiquetadas como De mi cuadernito de notas…

Así...

     <<Así, durante semanas y semanas, los prisioneros de la peste se debatieron como pudieron. Y algunos de ellos, (...), llegaron incluso a imaginar que seguían siendo hombres libres, que podían escoger. Pero, de hecho, se podía decir en ese momento, (...), que la peste lo había envuelto todo. Ya no había destinos individuales, sino una historia colectiva que era la peste y sentimientos compartidos por todo el mundo. El más importante era la separación y el exilio, con lo que eso significaba de miedo y de rebeldía.      (...) Del mar, revuelto y siempre invisible, subía olor de algas y de sal. La ciudad desierta, flanqueada por el polvo, saturada de olores marinos, traspasada por los gritos del viento, gemía como una isla desdichada>>. Albert Camus,  La peste

Solo los artistas...

     <<Solo los artistas saben mirar>>. Albert Camus, La peste 

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     <<En el momento de la desgracia es cuando se acostumbra uno a la verdad, es decir al silencio>>. Albert Camus, La peste

¿No es cierto...?

     <<¿No es cierto, puesto que el orden del mundo está regido por la muerte, que acaso es mejor para Dios que no crea uno en él y que luche con todas sus fuerzas contra la muerte, sin levantar los ojos al cielo donde Él está callado?>>. Albert Camus, La peste 

Pero...

     <<Pero llegó un momento en que quedaron entregados a los caprichos del cielo, es decir, que sufrían y esperaban sin razón.      En tales momentos de soledad, nadie podía esperar la ayuda de su vecino; cada uno seguía solo con su preocupación. Si alguien por casualidad intentaba hacer confidencias o decir algo de sus sufrimientos, la respuesta que recibía le hería casi siempre. Entonces se daba cuenta de que él y su interlocutor hablaban cada uno cosas distintas. Uno en efecto hablaba desde el fondo de largas horas pasadas rumiando el sufrimiento, y la imagen que quería comunicar estaba cocida al fuego lento de la espera y de la pasión. El otro, por el contrario, imaginaba una emoción convencional, uno de esos dolores baratos, una de esas melancolías de serie. Benévola u hostil, la respuesta resultaba siempre desafinada: había que renunciar. O al menos, aquellos para quienes el silencio resultaba insoportable, en vista de que los otros no comprendían el verdadero lenguaj

Después de todo...

     <<(...) después de todo, no había ninguna razón para que la enfermedad no durase más de seis meses o acaso un año o más todavía.      En ese momento el derrumbamiento de su valor y de su voluntad era tan brusco que llegaba a parecerles que ya no podrían nunca salir de ese abismo. En consecuencia, se atuvieron a no pensar jamás en el término de su esclavitud, a no vivir vueltos hacia el porvenir, a conservar siempre, por decirlo así, los ojos bajos. Naturalmente, esta prudencia, esta astucia con el dolor, que consistía en cerrar la guardia para rehuir el combate, era mal recompensada. Evitaban sin duda ese derrumbamiento tan temido, pero se privaban de olvidar algunos momentos la peste con las imágenes de un venidero encuentro. Y así, encallados a mitad de camino entre esos abismos y esas costumbres, fluctuaban, más bien que vivían, abandonados a recuerdos estériles, durante días sin norte, sombras errantes que solo hubieran podido tomar fuerzas decidiéndose a arraigar e

Al fin...

   <<Al fin (...) comprendíamos (...) que no nos quedaba más remedio que reconciliarnos con el tiempo.     Entonces aceptábamos nuestra condición de prisioneros, quedábamos reducidos a nuestro pasado, y si algunos tenían la tentación de vivir en el futuro, tenían que renunciar muy pronto, al menos, en la medida de lo posible, sufriendo finalmente las heridas que la imaginación inflige a los que se confían a ella>>. Albert Camus, La peste

Solo el mar...

     <<Solo el mar, al final del mortecino marco de las casas, atestiguaba todo lo que hay de inquietante y sin posible reposo en el mundo>>.  Albert Camus, La peste

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Sin duda...

     <<Sin duda, nada es más natural hoy día que ver a las gentes trabajar de la mañana a la noche y en seguida elegir, entre el café, el juego y la charla, el modo de perder el tiempo que les queda por vivir. Pero hay ciudades y países donde las gentes tienen, de cuando en cuando, la sospecha de que existe otra cosa. En general, esto no hace cambiar sus vidas, pero al menos han tenido la sospecha y eso es su ganancia>>. Albert Camus, La peste

Camus...

     <<El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere>>.   Albert Camus, La peste

En ese momento...

     <<En ese momento observé por primera vez cómo era el color de la noche allí, porque durante la espera había anochecido. El color era mágico: el espectáculo de los fuegos artificiales con las llamas que se elevaban al cielo a lo largo de todo el horizonte. Alrededor se susurraba, se murmuraba, se repetía: «¡Los crematorios…!», pero ya con el tono de admiración que suele emplearse ante la contemplación de los fenómenos naturales>>.  Imre Kertész, Sin destino

Imre Kertész...

     «De todas formas —añadió con otra sonrisa— la primera regla que debe cumplir un buen soldado es comerse todo lo que le den porque nunca sabe si al día siguiente se lo volverán a dar».  Imre Kertész, Sin destino

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Gorriones

     <<La mañana de Santiago está nublada de blanco y gris, como guardada en  algodón. (...) Nos hemos quedado en el jardín los gorriones,  P latero y yo.       (...)  ¡Benditos pájaros, sin fiesta fija! Con la libre monotonía de lo nativo, de lo  verdadero, nada, a no ser una dicha vaga, les dicen a ellos las campanas.      Contentos, sin fatales obligaciones, sin esos olimpos ni esos avernos que extasían o  que amedrantan a los pobres hombres esclavos, sin más moral que la suya ni  más Dios que lo azul, son mis hermanos, mis dulces hermanos.      Viajan sin dinero y sin maletas: mudan de casa cuando se les antoja;  presumen un arroyo, presienten una fronda, y solo tienen que abrir sus alas para  conseguir la felicidad; no saben de lunes ni de sábados; se bañan en todas partes,  a cada momento; aman el amor sin nombre, la amada universal.      Y cuando las gentes ¡las pobres gentes!, se van a misa los domingos, cerrando  las puertas, ellos, en un alegre ejemplo d

Lovecraft...

     <<Aislado de esa manera, librado a mis propios recursos, ocupaba mis horas de infancia en hojear los viejos tomos que llenaban la biblioteca del castillo, colmada de sombras, y en vagar sin ton ni son por el perpetuo crepúsculo del espectral bosque que cubría la falda de la colina. Fue quizás merced a tales contornos el que mi mente adquiriera pronto tintes de melancolía. Esos estudios y temas que tocaban lo oscuro y lo oculto de la naturaleza eran lo que más llamaban mi atención>>.  H. P. Lovecraft, El alquimista

Come, reza...

<<Pero si yo siempre iba a venir. Recuerdo uno de mis poemas sufíes preferidos. Dice que, hace siglos, Dios dibujó un círculo en la arena justo donde está uno ahora. Nunca iba a dejar de venir. Eso no va a suceder>>. Elizabeth Gilbert, Come, reza, ama

Virginia Woolf...

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«Sobre el amplio continente de la vida de una mujer se proyecta siempre la sombra de una espada». Virginia Woolf

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     <<El amor que pasa, la vida que pesa, la  muerte que pisa>>.                                         Eduardo Galeano,  Espejos. Una historia casi universal