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Mostrando las entradas etiquetadas como Cuentos de Brocelianda

34. Cosas de duendes

Algunos duendes son muy miedosos . Por eso tal vez nunca puedas ver ninguno. Ni aunque alguien que vaya contigo una tarde andando por el bosque te diga: mira,   allí hay un duende sentado comiendo almendras . Nada. Seguramente no tendrías forma de verlo porque antes, mucho mucho antes de que te hubiese dado tiempo a levantar los ojos desde donde los tuvieras puestos y los llevaras hasta el punto ese que tu acompañante te señaló, la criatura ya se habría esfumado. Titus B. es así . Es uno de ellos. Se oculta. Se esconde de todo lo que no sea yo. Por miedo. Por terror. Solo si lo que quiera que sea se está muy quieto , como pasó aquella vez con   la paloma mensajera , tiene el atrevimiento de quedarse. Pero solo así. Solo entonces. Y esta vez, teniendo encima a Nimue, poco más y le da un ataque. De verdad que no exagero. De verdad que no. De modo que esta noche, porque ya se ha hecho bien de noche y la luna está bien grande en lo alto del cielo, de modo que esta noche, digo,

33. La senda de los diamantes

Dicen que un pájaro no entona dos veces la misma canción . Que esa melodía que te paraste aquella tarde de enero a escuchar con los ojos cerrados y la piel manchada de frío ningún otro, ni siquiera él mismo, volverá a repetirla jamás.   Dicen ,   pero no sé si es verdad . A lo mejor sí. A lo mejor cada vez que despegan sus picos lisitos sueltan al mundo, a tu mundo, algo que   por tan hermoso no pueda más que desvanecerse . Desvanecerse, para que siga siendo eso, hermoso. Para que nadie pueda corromperlo... Pasa con todo: con los cantos de las aves que hasta que anochezca colmarán el bosque; con el agua de ese mar que nunca tuve delante... o con   los diamantes que estoy viendo ahora mismito cuajar la tierra . Sí sí. Como lo lees. Cuajarla. Que no hay uno ni hay dos. Que hay miles. Cientos de miles de   piedras chiquininas que relumbran  a la luz de un sol que les sonríe galante. Que las viste de colores. Que las hace brillar. Y la tierra encantada. Dispuesta a dejarse mir

32. De Nimue y una estampa maravillosa

¿Te ha pasado alguna vez  que el sueño se haya ido de tus ojos mucho antes de que la noche acabe? ¿Te ha pasado que algo te hiciera adentrarte en el desvelo   como quien se adentra en un túnel ,   a oscuras y a la fuerza? A mí sí. Hoy. Antes.   Fue por los pájaros . Volaban en desbandada huyendo de las pisadas de algún cazador furtivo. Fue su algarabía de alas la que me hizo abrir los ojos   cuando el sol estaba más grande . Cuando de su luz no podría resguardarme por dentro de ninguna sombra... Sabía que los ojos se me derretirían como la cera puesta en un caldero al fuego. Sabía que no era mi hora. Ni la de   Titus B. , que dormía como era menester hecho un ovillo de algodón coloreado a la flaca sombra del letrero. Sin mantas que lo cubrieran, que   los duendes   no saben lo que es el frío . Y, sin embargo, ya no pude por más que levantarme del lecho de heno que tanto tiempo fue mi cama. Amodorrada ,  busqué agua cerca con que lavarme la cara . Busqué hasta encontrarla hecha

31. Del Poimandrès

Hace ya rato que la noche se dejó caer   sobre las ramas de Brocelianda y las volvió negras, con esa luna que sin miramientos ha traído hasta nosotros ausente, marchita. Sentado aún bajo el letrero, desde lo alto del Libro Grande, el duende me mira.   Desde el abismo color de letras   que descansa en sus rodillas me mira y guarda silencio.   Titus B. : el pequeño viejo. Apoya las palmas de las manos en la tierra   y toma aliento. Una docena de luciérnagas salidas de las sombras iluminan su cara y al   Libro . Han venido hasta él como cada luna nueva, sin que las haya llamado siquiera. Han venido para ser su luz. Para que lea... «...Con estas palabras, quedóse mirándome fijamente al rostro, de tal modo que me hizo temblar. Luego, cuando volvió a levantar la cabeza,   me pareció ver dentro de mi propio espíritu la luz , que consistía en un número infinito de virtudes,  convertida en un Todo ilimitado , mientras el fuego, rodeado y mantenido por una fuerza omnipotente, alcan

30. El tres veces grande...

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Hermes Trismegisto « El espíritu brota de la sustancia de Dios   (...); de qué naturaleza es esta sustancia, solo Dios puede saberlo con exactitud. Por tanto,   el espíritu no está separado de la sustancia de Dios ,   sino que irradia de este   su origen como la luz irradia del sol.   En el hombre ,   este espíritu es Dios ...». Hermes Trismegisto , "el tres veces grande"

29. Una marmita que cuece hombres

Cuando las luces se apagaron en tu mundo el cielo entero se resintió . Lo sé porque lo vi. O tal vez se equivocan mis ojos y no fue así. Tal vez fue exactamente al revés.   Me lo ha explicado   el duende : Que tú y yo y él. Y la tierra que pisas y las estrellas del firmamento.   Todos somos parte , más o menos voluminosa,   de una bola gigante   en la que lo uno afecta a lo otro. En la que lo uno determina a lo otro. Y viceversa. Una bola gigante . O a lo mejor una marmita . Vapor y líquido encerrados a los pies de una tapadera y sobre un fondo metálico.   Vapor el cielo .   Líquido la Tierra . El hombre aquello que entre ambos cuecen .

28. Hoy

Anoche se apagaron las luces de tu mundo . Las vimos hacerlo todas a la vez. De una sola vez.   Y de nuevo tu mundo a oscuras . ¿Qué haces tú hoy , cuando ya todo ha terminado? ¿Acaso sientes tristeza?   ¿Acaso desamparo frente a la inercia de unos días que nunca se quedan quietos? ¿Qué sientes ? Porque ni para   Titus B.   ni para mí cambió nada en modo alguno en tanto tiempo.   En la soledad no puede cambiar nada ,   salvo tu compañía . Pero para ti las calles se vistieron de colores, de música, de cantos. La gente a tu alrededor se adornó con sus mejores sonrisas. Lanzó al aire su voluntad. Te dio de regalo un montón de buenos deseos.   ¿Adónde se fueron ellos hoy , esta tarde que te escribo mientras el duende se esconde a la espera de que el sol desaparezca del cielo y podamos continuar al fin el camino? ¿Adónde?   ¿Siguen acaso ahí , contigo, encerrados entre las palmas apretadas de tus manos como un pajarillo?   ¿O se han ido   por el lugar del que llegaron,   vo

26. Feliz Navidad...

Sé que tal vez hoy , lejos, lejos, en algún lugar de esos de allí afuera,   si pudiera verte  por la mirilla de tu puerta   te encontraría celebrando . Sé, sabemos, que hoy   es el día de Navidad . Tú allí ,   sentado alrededor de una mesa repleta de dulces , de bombones, de mil chucherías. Tú allí entre mucha gente.   A lo mejor riendo . Hasta puede que te oyéramos cantar. O a lo mejor no .   A lo mejor bajaría los ojos al descubrirte en una habitación vacía . Una taza de café humeante como más fiel compañera. Acomodado en tu sillón favorito frente al escritorio. Un libro, cualquiera, qué más da mientras no lleve escrita entre sus páginas la palabra Navidad, al otro lado. El ordenador, que acabas de encender, enfrente de ti.   La pantalla iluminada y la esperanza de encontrarnos . Que estaremos solos, también, pensarás mientras te miro.   Que sin terminar de movernos nunca de debajo de este letrero darás con nosotros y te haremos compañía .  En este mundo sin luces de col

25. De las tres realidades

--> Objeto   --> Universo --> Mundo material, externo  --> Espíritu  /  Intelecto   --> Universal y divino -->  Sujeto trascendente  --> Dador de luz --> Sujeto   --> Seres vivos --> Hombre (espíritu, alma, cuerpo): espejo en el que se mira el Universo. Compendio del Universo. Reflejo del Universo --> Mundo interior. Del alma. Del entendimiento. He aquí cuanto el duende tuvo a bien escribir en la tierra . El exceso de luces allá afuera y la claridad tan grande de la luna hacen que pueda asomarme fácilmente al abismo negro de esas letras. Que pueda mirarlas.   Leerlas . Una vez que lo he hecho cierro los ojos. Me tapo los oídos.   ¿Qué respuesta daré si sobre ellas me pregunta?   Un movimiento imperceptible de la cabeza. Imperceptible. Pero   que niega .   Que se esconde .

24. Las letras

Remueve el suelo blando a su alrededor . Introduce las manos hasta las muñecas y saca las uñas sucias.   Busca almendras . - No hay más,   Titus B.   Créeme. Tiene hambre . Ha pasado mucho tiempo sin comer y se ha hecho más blanco y más chico . De él parece que solo quedara barba. Pero no hay más. No encontrará más. Por mucho que revuelva con ansia la tierra. Por más que la levante con los puños cerrados y luego los abra para dejarla caer hecha mil puntitos marrón oscuro. No hay más. Solo pude encontrar aquellas doce. Al final se cansa de una búsqueda que ya le anuncié perdida .   La luna, llena esta noche, ha terminado de hacerse dueña del cielo. El viento helado me reseca la piel. Me hace llorar los ojos y sangrar los labios. Es el mismo viento que se cuela en el bosque año tras año.   Cuando   allí afuera se encienden más luces de la cuenta y hasta aquí llega el eco de mil voces diciendo Navidad . Alarga la mano derecha y toma del suelo un palito.  Se p

23. Macrocosmos / Microcosmos

Titus B.   tiene las manos muy chicas . Mucho.   Y bien regordinas . Tanto que ni siquiera se distingue en ellas dónde acaba y dónde empieza una falange.   Pero   son   muy diestras . Casi resulta increíble. Casi podrías decirme anda ya te lo estás inventando. Pero no es así. Son diestras de verdad y hoy están sentadas en el suelo. Bajo ese letrero que a esta hora no hace sombra porque ya se está haciendo de noche.   Mastica almendras . Las pela con esmero. Se las lleva hechas cachitos a la boca y las mastica con más esmero aún.   Yo me siento enfrente . El duende no me mira. Solo tiene ojos para las doce almendras que encontré en la tierra. -   Ya no estoy triste . Qué te creías. Lo ha dicho él. ¿Cuánto hace que no lo escucho hablar? -   Era el cosmos . Era el cosmos. El cosmos era el que estaba triste. Él no. Él nunca. Menos delante de mí. - ¿Acaso no sabes nada del microcosmos?   ¿Qué es el microcosmos ,   mujercita? El microcosmos. Sí que sé. Claro que sé.

22. A dormir, pequeño libro

A dormir ,   pequeño. No volveré a alejarte del huequecillo   e se que te habías hecho de camita.   Si tú no tienes la culpa . No la tienes, libro chico.   La tengo yo por aguardarte .   Por acercarme a ti .   Por leerte . Y la tienen ellos .   Ellos la tienen.   Ellos los hombres . Los que hacen que te escribas eso en las entrañas .   Los que ensucian cuanto tocan .   Los que matan ...

21. De cuanto había escrito en el libro volante (III): Fedor Dostoiewski, "Crimen y castigo" (fragmento)

<<(...) ‑   ¡Lo vas a matar!   ‑grita uno de los espectadores. ‑ Seguro que lo mata ‑dice otro. ‑   ¿Acaso no es mío?   ‑ruge Mikolka. Y golpea al animal con todas sus fuerzas . Se oye un ruido seco. ‑ ¡Sigue! ¡Sigue! ¿Qué esperas? ‑gritan varias voces entre la multitud. Mikolka   vuelve a levantar el palo y descarga un segundo golpe en el lomo de la pobre bestia . El animal se contrae; su cuarto trasero se hunde bajo la violencia del golpe; después da un salto y empieza a tirar con todo el resto de sus fuerzas.   Su propósito es huir del martirio ,   pero por todas partes encuentra los látigos de sus seis verdugos .   El palo se levanta de nuevo y cae por tercera vez ,   luego por cuarta , de un modo regular. Mikolka se enfurece al ver que no ha podido acabar con el caballo de un solo golpe. ‑ ¡Es duro de pelar! ‑exclama uno de los espectadores. ‑ Ya veréis como cae, amigos: ha llegado su última hora ‑dice otro de los curiosos. ‑   ¡Coge un

20. De cuanto había escrito en el libro volante (II): Fedor Dostoiewski, "Crimen y castigo" (fragmento)

<<(...) ‑   ¡Pegadle hasta matarlo!   ‑ruge Mikolka‑. ¡Eso es lo que hay que hacer! ¡Yo os ayudo! ‑ ¡Tú no eres cristiano: eres un demonio! ‑grita un viejo entre la multitud. Y otra voz añade: ‑ ¿Dónde se ha visto enganchar a un animalito así a una carreta como esa? ‑ ¡Lo vas a matar! ‑vocifera un tercero. ‑ ¡Id al diablo!   El animal es mío y puedo hacer con él lo que me dé la gana . ¡Subid, subid todos! ¡He de hacerlo galopar! De súbito, un coro de carcajadas ahoga la voz de Mikolka.   El animal ,   aunque medio muerto por la lluvia de golpes ,   ha perdido la paciencia y ha empezado a cocear . Hasta el viejo, sin poder contenerse, participa de la alegría general. En verdad, la cosa no es para menos: ¡dar coces un caballo que apenas se sostiene sobre sus patas...! Dos mozos   se destacan de la masa de espectadores,   empuñan cada uno un látigo y empiezan a golpear al pobre animal , uno por la derecha y otro por la izquierda. ‑   Pegadle en el

19. De cuanto había escrito en el libro volante (I): Fedor Dostoiewski, "Crimen y castigo" (fragmento)

<< ‑  ¡Subid ,   subid todos!   ‑grita un hombre todavía joven, de grueso cuello, cara mofletuda y tez de un rojo de zanahoria‑.   Os llevaré a todos .   ¡Subid! Estas palabras provocan exclamaciones y risas. ‑ ¿Creéis que podrá con nosotros ese esmirriado rocín? ‑ ¿Has perdido la cabeza, Mikolka? ¡Enganchar una bestezuela así a semejante carreta! ‑ ¿No os parece, amigos, que ese caballejo tiene lo menos veinte años? ‑ ¡Subid! ¡Os llevaré a todos! ‑vuelve a gritar Mikolka. Y es el primero que sube a la carreta. Coge las riendas y su corpachón se instala en el pescante. ‑ El caballo bayo ‑dice a grandes voces‑ se lo llevó hace poco Mathiev, y esta bestezuela es una verdadera pesadilla para mí.   Me gusta pegarle ,   palabra de honor . No se gana el pienso que se come. ¡Hala, subid! lo haré galopar, os aseguro que lo haré galopar. Empuña el látigo y se dispone ,   con evidente placer ,   a fustigar al animalito . ‑ Ya lo oís: dice que lo hará ga