...

     <<El mundo dormía penumbroso y humeante. (...) Pero incluso en su sueño, aquel era un mundo incómodo, cruel, agitado por el ruido de un tren o algún camión grande en la carretera, alumbrado por el estallido rosado de los hornos. Era un mundo de hierro y carbón, la crueldad del hierro y el humo del carbón y la infinita, infinita, avaricia que lo movía todo. Solo avaricia, avaricia agitada en su sueño>>.

D. H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley

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