29. Una marmita que cuece hombres
Cuando las luces se apagaron en tu mundo el cielo entero se resintió. Lo sé porque lo vi. O tal vez se equivocan mis ojos y no fue así. Tal vez fue exactamente al revés. Me lo ha explicado el duende:
Que tú y yo y él. Y la tierra que pisas y las estrellas del firmamento. Todos somos parte, más o menos voluminosa, de una bola gigante en la que lo uno afecta a lo otro. En la que lo uno determina a lo otro. Y viceversa.
O a lo mejor una marmita. Vapor y líquido encerrados a los pies de una tapadera y sobre un fondo metálico. Vapor el cielo. Líquido la Tierra.
El hombre aquello que entre ambos cuecen.
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